lunes, 10 de diciembre de 2012

Cataluña, Escocia, Quebec: La globalización de las fronteras



Queridos lectores,

¿Alguna vez os habéis planteado que la frontera es una de las instituciones más importantes de nuestro mundo? Estar o nacer a un lado u otro, quizás separado por tan solo unas centenas de metros, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, la riqueza y la pobreza, el éxito o el fracaso.

Nada de esto parece inferirse de la fisonomía del tranquilo pueblo catalán de Portbou, el último pueblo costero antes de la frontera entre España y Francia, salvo quizás unos paneles situados a unas decenas de metros de la imaginaria línea que separa los dos territorios.



Si la importancia de los lugares se midiese por los restos humanos que acogen, esta frontera de Portbou sería sin duda importante. Por aquí pasó el poeta español Antonio Machado para morir unos pocos kilómetros más allá en el pueblo francés de Colliure, donde se encuentra su tumba, convertida en un símbolo de la memoria histórica.



Exactamente en Portbou y más o menos por la misma fecha, también encontró su destino final el pensador y filósofo alemán –judío, pero alemán- Walter Banjamin. Resulta tremendamente revelador que poco tiempo antes Benjamin había escrito una crítica tremendamente certera, a la vez que lírica y emotiva, de la idea de progreso. Una alegoría sobre “El ángel de la historia”

Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira atónito. Tiene los ojos desorbitados, la  boca abierta y las alas extendidas. El Ángel de la Historia debe de ser parecido. Ha vuelto su  rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de acaecimientos él ve una única catástrofe que acumula sin cesar ruinas y más ruinas y se las vuelca a los pies. Querría demorarse, despertar a los muertos y componer el destrozo. Pero del Paraíso sopla un vendaval que se le ha enredado en las alas y es tan fuerte que el Ángel no puede ya  cerrarlas. El vendaval le empuja imparable hacia el futuro al que él vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él crece hacia el cielo. Ese vendaval es lo que nosotros llamamos progreso. [1]


De forma menos lírica: Lo que mueve la historia no es un plan, un camino hacía al progreso, lo que la mueve es el horror hacía el pasado, alejarse y evitar los horrores del pasado. El motor no es la atracción, sino la repulsión. Benjamin certificó lo acertado de sus ideas con su propia vida. Su final es una prueba de sus palabras.

Una frontera puede certificar su solidez con una construcción física



pero es evidentemente una creación cultural, podría desaparecer o nacer por un simple acto administrativo.

Sin embargo, lo relevante es que en realidad la frontera donde Machado y Benjamin perdieron la vida poco tiene que ver con la frontera actual, aun coincidiendo exactamente en su localización geográfica. En aquella época, citando a Zygmunt Bauman

La “construcción de naciones” significó la aplicación del principio de “un Estado, una nación” y por tanto, en última instancia, la negación de la diversificación étnica entre los súbditos. Desde la perspectiva del “Estado nación” culturalmente unificado y homogéneo, las diferencias de idioma o de costumbres que se encontraban en el territorio bajo jurisdicción del Estado no eran sino reliquias del pasado que aún no se habían extinguido del todo. La ilustración o los procesos de civilización que presidían y controlaban los poderes estatales ya unificados estaban concebidos para garantizar que tales vestigios residuales del pasado no sobrevivieran durante mucho tiempo. La nacionalidad compartida estaba destinada a desempeñar un papel legitimador crucial en la unificación política del estado, y la invocación de las raíces comunes y de un carácter común estaba llamada a ser el principal instrumento de movilización ideológica; la producción de la lealtad y la obediencia patrióticas. Este postulado chocaba con la realidad de los diversos idiomas (redefinidos ahora como provincianismos y destinados a ser sustituidos por una nación histórica estándar y por un calendario estándar de rituales de recuerdo). Local y tribal significaban atraso; ilustración, progreso, y progreso significaba elevar el mosaico de formas de vida a un nivel superior, común a todos. En la práctica, esto conllevaba la homogeneidad nacional, y dentro de las fronteras del Estado no había lugar más que para un idioma, una cultura, una memoria histórica y un sentimiento patriótico.


Las perspectivas que el proyecto de construcción de naciones abría a las comunidades étnicas era una elección sombría: asimilarse o perecer. Ambas alternativas apuntaban en última instancia al mismo resultado. La primera suponía la aniquilación de la diferencia, la segunda, la aniquilación del diferente, pero ninguna de ellas admitía la posibilidad de la supervivencia de la comunidad. El objetivo de las presiones asimilatorias era privar a los “otros” de su otredad; hacerlos indiscernibles del resto del cuerpo de la nación, digerirlos completamente y disolver su idiosincrasia en el compuesto uniforme de la identidad nacional. La estratagema de exclusión y/o eliminación de las partes de la población supuestamente indigeribles e insolubles tenía que desempeñar una doble función. Se utilizaba como arma (para separar, física o culturalmente, los grupos o categorías que se consideraban demasiado extraños, demasiado profundamente inmersos en sus propios hábitos o demasiado recalcitrantes al cambio como para perder jamás el estigma de su otredad) y como amenaza (para despertar mayor entusiasmo en pro de la asimilación entre los laxos, entre quienes albergaban reservas y mostraban escasa entrega). [2]

Aunque en el texto se alude a comunidades étnicas, el concepto es perfectamente extrapolable a cualquiera que muestre una otredad recalcitrante: en la España de aquella época un rojo. En definitiva cualquiera que mostrase poco o ningún compromiso con el supuesto destino común al que se encaminaban aquellos que compartían una identidad, cuyo origen se solía remontar a un mítico momento fundacional: la gesta de un héroe, un suceso extraordinario; y cuya continuidad se fundamentaba en unos mismo hábitos, creencias, cultura y memoria histórica.

De compartir una cultura y una herencia (histórica y genética) a proclamar la supremacía de esta sobre todas las demás solo hay un paso. En el último cuarto del siglo XIX los intelectuales abrazan con pasión la eugenesia, las teorías sobre la mejora genética de la raza comenzadas por el primo de Darwin, Francis Galton. Se discute si las ideas eugenésicas estaban presentes en los escritos de los economistas clásicos, Adam Smith y John Stuart Mill, y se acepta que los economistas posteriores a Mill las adoptaron fervientemente. La época es imperial, y las principales potencias (Inglaterra, Francia, Japón y Alemania) se embarcan en la construcción de imperios, en parte bajo la justificación de esta herencia o cultura superior.

Esta es la frontera en la que cayeron Machado y Benjamin, un límite que marcaba un territorio en el que todo debía homogeneizarse, bajo amenaza de ser expulsado o perecer, y un límite que tendía a desaparecer bajo la dominación de los imperios, hasta que quizás llegase el día en que no existiesen fronteras y la humanidad entera hubiese adoptado la cultura “superior”, bajo una misma herencia cultural y genética que a su vez sería “mejorada” a través de la eugenesia.

Esta es la sinrazón a la que habían llegado los procesos de Ilustración iniciados con la Revolución industrial, algo que ya había sido anticipado, o intuido, por algunos en su mismo origen



y la razón no es introducir la planificación central en la economía u otras ocurrencias del folclore intelectualoide –la parte liberal de esta historia, el imperio británico, era una cara más “amable” quizás, pero tan solo eso-. La razón es más sencilla e intuitiva, se llama complejidad y nos la cuenta extraordinariamente bien el antropólogo Marvin Harris en este texto de su libro “Nuestra especie”

Permítaseme señalar en un tono pesimista que nuestra especie no tiene la capacidad para ejercer un control consciente e inteligente sobre el destino del hombre. Es este un hecho paradójico, teniendo en cuenta que somos los únicos organismos con cerebros dotados de una «mente» que tiene conciencia de procesar información, tomar decisiones, planificar el comportamiento y del esfuerzo intencionado por alcanzar metas futuras. Pero mirando hacia atrás, se aprecia que todos los pasos importantes en la evolución cultural tuvieron lugar sin que nadie comprendiera conscientemente lo que estaba pasando.


El siglo XX parece una verdadera cornucopia de cambios inintencionados, indeseables e inesperados. El automóvil, meramente pensado como máquina para ayudar a la gente a ir de un sitio a otro más deprisa que a caballo o en calesa, modificó por completo las pautas de asentamiento y las prácticas comerciales de las sociedades industriales.


Nadie persiguió o previó la transformación de tierras agrícolas en zonas residenciales, las desoladas fajas de tierra que bordean tantas carreteras y la consagración de los centros comerciales como nuevos centros de vida social.


Nadie previó tampoco el aspecto del rostro humano durante un bloqueo total del tráfico, la ansiedad e hipertensión que provocan las caravanas de coches de causa desconocida, o los hierros retorcidos y la sangre en la carretera dos horas más tarde.


Y seguro que nadie quiso que los automovilistas tardaran más hoy día en llegar al trabajo o desplazarse de un extremo a otro de la ciudad que los conductores de coches de caballos.


¿Sabían nuestros padres de la acumulación industrial de residuos tóxicos en todos los elementos sólidos, líquidos y gaseosos que mantienen en vida a la naturaleza?
Mientras limpiaban y cuidaban sus coches como si de animales de compañía se tratara, ¿se pararon acaso alguna vez a pensar qué pasa con los vapores excrementicios que emiten los motores? [3]

La historia, a pesar de la ferviente fe en un futuro mejor que despierta el uso de la razón -fe expresada por los personajes de la novela Los Miserables, de Víctor Hugo, en una barricada de París al grito de “El siglo XX será feliz”- no puede ser más que un proceso de ensayo y error, y por tanto su motor no puede ser la atracción de una “sociedad estable”, “economía racional”, o cualquiera que sea el estado final que se supone debería alcanzar la humanidad al término de los procesos de racionalización. Por el contrario, el motor es la repulsión como certeramente apuntara Benjamin.

Hoy, el folclore intelectualoide ha redefinido la frontera como un lugar, sino benigno, al menos intranscendente

La nueva élite no está definida por localidad alguna: es “extraterritorial” en un sentido auténtico y cabal. Sólo la extraterritorialidad garantiza una zona despejada de comunidad, y la nueva “élite global”, que –exceptuando la inevitable (y ocasionalmente grata) compañía de mâitres d´hôtels, camareras y camareros- es la única población que la habita, desea que esa zona sea exactamente así.


Los sujetos participantes en el Estudio de globalización cultural desarrollado por el Instituto de Estudios Culturales Avanzados de la Universidad de Virginia, hombres y mujeres bastante representativos de la nueva élite extraterritorial, no albergan duda alguna en relación a ese aspecto. Un ejecutivo de AT&T afirmaba que él y quienes viajan con él “se considera un tipo de ciudadanos del mundo que, casualmente, lleva un pasaporte estadounidense”. Como concluyen los autores del informe a partir del amplio espectro de respuestas que recogieron, “consideran las fronteras nacionales y los estados nación como algo cada vez más irrelevante para la acción de la vida en el siglo XXI”. Un ejecutivo de Nike fue bastante tajante sobre su extraterritorialidad y despectivo respecto a quienes piensan de otra forma: “Los únicos a quienes les importan las fronteras nacionales son los políticos”. [2]

Se puede adivinar el desprecio al pronunciar la palabra “políticos”. Se trata de un tipo de pensamiento que se está filtrando desde arriba hacía abajo, según el cual la élite extraterritorial no tiene relación con nada de lo que pasa. Al fin y al cabo ellos “se han ganado” su puesto, con su esfuerzo, inteligencia y determinación, mientras que el político está en su puesto por obligación –alguien debe estar, es una incomodidad, pero no podemos prescindir de ella-, y no puede evitar hacer mal uso del “regalo” concedido. En realidad esto es falso, en especial que la élite extraterritorial se haya ganado su puesto gracias al mérito.

Solo hay que dejarse caer por un Centro de Internamiento de Inmigrantes para comprender que las fronteras siguen preocupando a muchos, no solo a los políticos, de hecho la élite extraterritorial es la única que no parece preocuparse por ellas.



Fruto de estas ideas, que nacen desde arriba hacía abajo y se aceptan y se divulgan sin crítica, surge una de las ideas “estrella” del folclore intelectualoide, aquella que afirma que “el nacionalismo no tiene sentido en la era de la globalización”, repetida incluso en medios que se plantean como alternativos.

Si así fuese no habríamos visto como nacen y se multiplican por doquier nuevas fronteras, bajo el paraguas de la globalización. Tal y como nos indica Jonathan Friedman en “La hibridación de las raíces y el aborrecimiento de la selva”

Lo que no está ocurriendo es que las fronteras estén desapareciendo. Antes bien, parecen levantarse en cada nueva esquina de cada barrio en decadencia de nuestro mundo.

La lista de nuevos estados, tomando como punto de partida la década de los 80 es bastante impresionante

Zimbabwe (1980), Vanuatu (1980), Antigua y Barbuda (1981), Belice (1981), San Cristóbal y Nieves (1983), Brunei (1984), Micronesia (1986), Islas Marshall (1986), Namibia            (1990), Lituania (1990), Armenia (1991), Azerbaijan (1991), Bielorrusia (1991), Croacia (1991), Estonia (1991), Georgia (1991), Khazakhstan (1991), Kyrgyzstan (1991), Letonia (1991), Tajikistan (1991), Turkmenistan (1991), Ucrania (1991), Uzbekistan (1991), Moldavia (1991), Eslovenia (1991), Bosnia Herzegovina (1992), Eslovaquia (1993), Eritrea (1993), Macedonia (1993), Palau (1994), Timor Oriental (2002), Montenegro (2006), Sudán del Sur (2011)

Además tenemos una serie de territorios que declaran formar un estado y son de hecho independientes, aunque no han sido reconocidos internacionalmente. Estos son: Abkhazia, Kosovo, Nagorno-Karabakh, Somaliland, Osetia del Sur, Transnistria.

También tenemos territorios declarados independientes y reconocidos internacionalmente pero sin autonomía real, son los conocidos Palestina y República Saharaui. Esta última situación es la más arcaica, en cuanto recuerda a la frontera en la que murieron Machado y Benjamin.

¿Es algo singular, provocado por el fin de la URSS, o algo general? Es general, como muestra el cuestionamiento de estados con una larga tradición como Reino Unido, o la progresiva independencia de Groenlandia respecto a Dinamarca ¿Por qué unos estados como los que habían decidido federarse en Yugoslavia, un par de décadas antes de la formación de la URSS, decidieron separarse al morir esta? Sin duda habrá muchas particularidades, pero en parte hay una lógica común subyacente a todas estas situaciones..

No existe contradicción lógica ni pragmática entre la nueva extraterritorialidad del capital (total en lo financiero, casi total en lo comercial, muy avanzada en la producción industrial) y la nueva proliferación de estados soberanos débiles e impotentes. La prisa por crear nuevas entidades territoriales “políticamente independientes”, cada vez más débiles y poseedoras de menos recursos, no va contra la tendencia de las corrientes económicas globalizadoras; la fragmentación política no es un “palo en la rueda” de la “sociedad mundial” emergente, cimentada por la libre circulación de información. Por el contrario, parece haber una afinidad íntima, un condicionamiento mutuo y un fortalecimiento recíproco entre la “globalización” de todos los aspectos de la economía y el renovado énfasis puesto sobre el “principio territorial”. [4]

La caída de la URSS y el fin de la política de bloques puso en evidencia algo que había permanecido oculto hasta entonces; las tres patas sobre las que se sustentaba el estado nación: la soberanía militar, económica y cultural, si no habían desaparecido –como por ejemplo la económica- estaban seriamente en entredicho.

A nivel militar era y es evidente que no hay vida más allá de los bloques ¿Quién puede competir con ellos? ¿Con esos 280 buques de guerra que custodian la globalización, según Financial Times?

A nivel económico, los países se integraban en un mercado mundial, en el que ya no era necesario “cuadrar las cuentas” ¿Las cuentas públicas? No, eso corresponde al ministerio de Hacienda, no al de Economía, y pese a la Propaganda sin fin, es bastante secundario para el desempeño económico de un país. No, en su versión pre-globalización los estados cuadraban el “nivel de consumo” de un territorio con la productividad del mismo, para evitar que se acumulase excesiva deuda externa, el problema real de España. La imposición de algún arancel en el momento preciso era la táctica habitual. Por el contrario, actualmente el mercado mundial no resuelve este problema, tal y como estamos comprobando con la crisis, tan solo lo aplaza de forma “indefinida” o “mientras dure la confianza”.

¿Y a nivel cultural? Oímos hablar de cuestiones identitarias, pero ¿Qué es eso de la identidad?

La identidad, la palabra y el juego de moda, debe la atención que atrae y las pasiones que despierta a que es un “sucedáneo de la comunidad”, de ese supuesto “hogar natural” o de ese círculo que se mantiene cálido por fríos que sean los vientos del exterior. No se puede acceder a ninguna de ambas en nuestro mundo rápidamente privatizado e individualizado, en rápido proceso de globalización, y por esa razón uno puede imaginarse tranquilamente a ambas, sin miedo a la contrastación práctica, como un acogedor refugio de seguridad y confianza, y por esa razón son ardientemente deseadas. La paradoja, sin embargo, es que para ofrecer siquiera sea una cantidad módica de seguridad y para poder así curar o calmar de algún modo el dolor, la identidad tiene que negar su origen; tiene que negar que es un “mero sucedáneo”: tiene que conjurar un fantasma de la misma comunidad que ha venido a sustituir. La identidad brota en el cementerio de las comunidades, pero florece gracias a la promesa de la resurrección de los muertos. [2]

¿Qué quiere decir esto? “Comunidad” es una forma de denominar un tipo de relación característica del periodo anterior a la Revolución Industrial, pero no exclusiva del mismo. Se trata de una relación densa y dependiente entre un individuo y un grupo. Los vínculos comunales se caracterizaban por su solidez, perdurabilidad y confianza.

Una idea de lo que es “La comunidad” nos la puede ofrecer Graeber, al que citábamos en la anterior entrada. En realidad se puede extraer de cualquier descripción antropológica de las bandas de cazadores recolectores que han podido ser observadas. Estas bandas son sociedades totalmente igualitarias.

Graeber define los principios de la vida económica observados en las sociedades humanas y comienza con el comunismo

Definiré aquí como comunismo cualquier relación humana que opere bajo los principios de “cada cual según sus posibilidades; a cada cual, según sus necesidades” [5]

En el libro se pueden encontrar varios ejemplos de este principio. Por citar uno de ellos:

Freuchen cuenta cómo un día, tras regresar, hambriento, de una infructuosa expedición de caza de morsas, un cazador que sí había tenido éxito le dio varios kilos de carne. Él se lo agradeció profusamente, pero el hombre, indignado, objetó:

<<¡En nuestro país somos humanos!>>, dijo el cazador. <<Y como somos humanos nos ayudamos. No nos gusta que nos den las gracias por eso. Lo que hoy consigo yo puede que mañana lo obtengas tú. Por aquí decimos que con los regalos se hacen esclavos, y con los látigos perros>>

Esta última frase es casi un clásico de la antropología, y se pueden hallar frases similares acerca de la negativa a calcular préstamos o deudas en toda la literatura antropológica concerniente a sociedades igualitarias de cazadores. En lugar de considerarse humano porque podría hacer cálculos económicos, el cazador insistía en que ser verdaderamente humano implicaba negarse a hacer esos cálculos, rechazando medir o calcular quién debía qué a quién, precisamente porque hacerlo crearía inevitablemente un mundo en el que comenzaríamos a <<comparar poder con poder, midiendo, calculando>> y reduciendo a los demás a la condición de esclavos o de perros mediante la deuda. [5]

Esta densa red de deberes y obligaciones proporciona al individuo un grado de certidumbre muy alto. En una comunidad, dentro de un límite variable, no hay que preocuparse demasiado por el empleo, por un desahucio o por la caza. A cambio se adquieren obligaciones recíprocas con el resto de los miembros.

Este tipo de comunidades comenzaron a extinguirse de forma rápida –en los países industrializados- durante la Revolución Industrial. Multitud de individuos fueron arrancados de sus comunidades y enviados a trabajar en fábricas, en un proceso que continúa hoy en China o en la India. Entonces, la certidumbre que ofrecía la comunidad pasó a proporcionarse mediante un “sucedáneo” de la misma: la identidad. La identidad crea la ilusión de que no somos un individuo aislado y de esa forma una sensación de seguridad.

Uno puede definirse con aranés, leridano, catalán, español, europeo o ciudadano del mundo y también como jugador de bolos, informático o naturista, pero ya sea de forma espontanea o dirigida, la geografía ha jugado históricamente un papel importante en esto de la identidad:

Construir el Estado moderno consistía en sustituir las antiguas lealtades hacia la parroquia, la comunidad del vecindario o el gremio artesano por nuevas lealtades de corte ciudadano hacia la totalidad abstracta y distante de la nación y de las leyes del país. [2]

Tanto la comunidad como la identidad, solo pueden unir en la medida en que también se ocupan de separar. Es decir, su función es definir y delimitar de forma precisa un grupo y por consiguiente tanto unir a los que están dentro del grupo como excluir a los que quedan fuera. Exactamente como una frontera.

La cuestión es ¿Por qué cada vez más gente coloca su identidad en ámbitos geográficos cada vez más cercanos?

Según señala Richard Sennett, <<a medida que las cambiantes instituciones de la economía disminuyen la experiencia de pertenecer a algún lugar especial […] aumentan los compromisos de la gente con lugares geográficos, como naciones, ciudades y localidades>>. Por un lado, es posible hacer cualquier cosa a lugares lejanos, pertenecientes a otra gente, sin tener que ir a ningún sitio. Por otro, poco puede hacerse por evitar que hagan algo al propio lugar, por obstinadamente vigilado que uno intente mantener el propio terreno. [2]

Lo relevante es la característica de seguridad que nos ofrece la identidad. Uno puede echar la culpa del cambiante y mutable estado de permanente inseguridad a “los políticos”, o al “riesgo sistémico”, o “al sistema”, o a “la natural tendencia al vicio y la pereza de las masas iletradas”. Sea lo que sea lo que origina la inseguridad, la respuesta natural ante ella será la de vigilar más de cerca su presunta causa.

Entre las presuntas causas del mal, la que se cita de forma más unánime como chivo expiatorio son “los políticos”. Por tanto la tendencia natural debe ser vigilarlos más de cerca, lo que implica reducir el número de electores. Al mismo tiempo eso nos acerca a una presunta “comunidad” –que en realidad es identidad- más reducida y por tanto de la que se esperan mayores certidumbres y seguridades.

Si esto es cierto nos encontramos con un efecto secundario paradójico: cuanto más se muestre a las élites políticas locales como corruptas e incompetentes, mayor fuerza cobrará el nacionalismo. En efecto, la corrupción o incompetencia de los políticos es un motivo de inseguridad, y como tal tenderá a exacerbar la necesidad de identidad compartida y solidaridad grupal, y al fin y al cabo no es nada fácil distinguir la diferencia en el comportamiento de las élites locales y nacionales.

Un esfuerzo sincero por mantener estables los límites geográficos del estado solo es creíble si tiende a revertir las condiciones de inseguridad, lo cual, en parte, está fuera del alcance del gobierno central, impotente ante las fuerzas desatadas por la crisis, y contando únicamente con una ayuda que siendo generosos podríamos denominar exigua, proporcionada por los “socios” europeos. Digo en parte porque en manos del gobierno si estaba paliar o mitigar la situación de muchas personas, que ante la indiferencia, claramente ideológica, de quien debería organizar las garantías comunales a los problemas individuales, han encontrado esa ayuda en otros grupos o instituciones, o bien, “han encontrado su nivel”, tal y como marca la ideología dominante que debe suceder.



El problema de los desahucios sería tan solo un ejemplo.

A nivel práctico, el trazado de nuevas fronteras coincide con el momento en el que el estado original se muestra incapaz de proporcionar mayor certidumbre a determinados grupos que la que estos creen obtener de una división mayor. Ese parece ser el caso de Cataluña o Escocia en la actualidad, o de Timor Oriental tras la crisis del sudeste asiático, o de la miríada de estados que surgieron tras el fin de la URSS.

Al mismo tiempo se abren potenciales procesos de redistribución tanto horizontales como verticales, siendo los primeros los que acaparan toda la atención, aunque como vemos en el caso de Escocia, estos no tienen porqué ser determinantes.

La redistribución, en efecto, tal y como muestra Graeber, es una parte importante de la comunidad ¿en que se diferencia la horizontal de la vertical?

Por redistribución horizontal debemos entender un reparto diferente de recursos entre diferentes grupos del estado nación original. Esto es lo que viene a decir Xavier Sala i Martín cuando afirma que “Una Cataluña independiente sería de las economías más sanas del mundo”. Las disquisiciones en torno a esta cuestión pueden ser eternas, pero el razonamiento de Xavier viene a expresar que si todos dejamos una parte proporcional de nuestra renta en “el pozo” o “el fondo común”, y la repartimos entre todos de forma igualitaria, pierde el que más renta tiene y por tanto más aporta a “el fondo común”.

Se puede contra-argumentar que la razón por la que dispones de más renta es precisamente por estar englobado en España, pero ese argumento ha perdido todo sentido con la globalización, y la pérdida de soberanía económica del estado nación. El mercado, antiguamente era España, pero ahora es Global.

La redistribución horizontal suele estar presente en el argumentario, mientras se esconde o se elude la cuestión de la redistribución vertical. Para ver como se produce esta citaremos un párrafo de Bauman que ya citamos en la Guerra de divisas (I)

Si el encuentro llegará a producirse por imposición del otro (encuentro entre el capital flotante y la autoridad local), apenas este (el poder local) intentara flexionar sus músculos y hacer sentir su fuerza, el capital tendría pocos problemas para liar sus maletas y partir en busca de un ambiente más acogedor, es decir, maleable, blando, que no ofrezca resistencia. [4]

Evidentemente, cuanta mayor diversidad de lugares hacía los que liar las maletas existan, con distintas leyes y distintas condiciones, mayor poder de negociación para los propietarios del capital. Por tanto, mejores condiciones podrán extraer de los líderes locales, ampliando el proceso de apropiación del valor creado en el caladero social para beneficio de la élite extraterritorial. Eso es lo que he denominado proceso de “redistribución vertical”.

Las tres patas -militar, económica y cultural-, del estado nación están rotas. Lo relevante no es tanto el trazado o la cantidad de las fronteras, sino su significado. Buscamos seguridad, y tendemos a delimitar de forma cada vez más estrecha nuestro ámbito, y en ese proceso creamos mayor libertad para la causa de nuestra inseguridad ¿Dónde está el límite? De forma ideal, en ausencia de otras restricciones, este proceso nos llevaría desde “un estado, una nación” a “un estado, un individuo” y en consecuencia a la extinción de “nuestra especie”.

En la práctica eso no ocurrirá, al menos de esa forma, dado que el proceso de balcanización global no es más que un proceso yuxtapuesto con otros que van en la dirección contraria, como por ejemplo la emergencia de China y la India como estados civilización –en vez de nación.

Rotas las patas que sustentaban el poder del estado nación el papel que le resta por jugar es poco más o menos que el de una gigantesca comisaría. Por eso, no es tan transcendental la delimitación geográfica de los límites de los estados. La cuestión urgente es si seremos capaces de definir nuestra identidad de forma contraria a la élite extractiva extraterritorial



es decir, de forma útil para la comunidad que en el fondo es nuestra especie. No debemos olvidar que compartimos la casa.



Fuentes:

[1] Sobre el concepto de historia <<Walter Benjamin>>

[2] Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. <<Zygmunt Bauman>>

[3] Nuestra especie <<Marvin Harris>>

[4] Globalización. Consecuencias humanas. <<Zygmunt Bauman>>

[5] En deuda. Una historia alternativa de la economía. <<David Graeber>>


Epílogo

He querido mantener la reflexión, dentro de lo posible, en el ámbito general. Detenerme en las particularidades de España o de Cataluña no aporta gran cosa al razonamiento general, y sin embargo, al ser pequeños detalles unidos a la identidad de cada grupo, y por tanto emocionalmente importantes, podría dar lugar a disquisiciones extremadamente detalladas y agotadoras.

Sin embargo, no puedo evitar mencionar una idea que me vino a la cabeza mientras reflexionaba sobre estas cuestiones de la identidad y de la construcción de las naciones, y que creo no debemos pasar por alto.

Recordé una historia, que creo haber leído en un libro de Milan Kundera llamado “Los testamentos traicionados”, sobre el poeta polaco Adam Mickiewicz. Polonia en el siglo XIX estaba dominada por el imperio ruso, y había un fuerte sentimiento nacionalista. Mickiewicz tuvo que exiliarse y murió en Estambul, aunque sus restos fueron trasladados a Suiza, donde él había declarado desear que reposasen. A pesar del deseo expreso de Mickiewicz, los polacos no pudieron evitar abrir su tumba 45 años después y trasladar sus restos a la catedral de Cracovia.

El relato –presuntamente de Kundera- coincide plenamente con la narrativa de Bauman sobre la construcción del estado nación. Mickiewicz sería para los polacos un símbolo que representa la grandeza de la cultura común que tantos polacos comparten. Evidentemente esto es, en parte, una ficción, pero muerta la comunidad hay que encontrar un pegamento para el grupo.

Digo presuntamente de Kundera porque no he sido de encontrarlo en “Los testamentos traicionados”, aunque he encontrado una cita similar en el libro sobre un compositor checo

Bohuslav Martinu vivió hasta sus treinta y dos años en Bohemia, luego, durante treinta seis años, en Francia, Suiza, Norteamérica y de nuevo en Suiza. En su obra siempre se reflejaba una nostalgia de la vieja patria y siempre se proclamaba compositor checo. Sin embargo, después de la guerra, declinó todas las invitaciones que le llegaron de allá y, según su expreso deseo, fue enterrado en Suiza. Burlándose de su última voluntad, los agentes de la madre patria consiguieron, en 1979, veinte años después de su muerte, secuestrar sus despojos e instalarlos solemnemente en su tierra natal.

¿A que viene esto? La suerte de Mickiewicz y de Martinu resulta especialmente paradigmática cuando se compara con la de otros ilustres representantes de la cultura española como Antonio Machado o Federico García Lorca. De hecho Federico es bastante más representativo dentro de la literatura “universal” –aunque se le discuta esa posición en la literatura “nacional”- de lo que son Mickiewicz y Martinu en sus respectivos campos. Pero aquí el valor estético, que siempre es posible zanjar con una invocación a la subjetividad, es secundario, hablamos de símbolos, por tanto no es relevante que García Lorca sea el escritor español más influyente, y por tanto más importante, a nivel internacional después de Miguel de Cervantes.

La razón por la que Machado o Lorca no han sido reivindicados como grandes artífices de nuestra cultura “común” es evidente, no se puede reivindicar a quien se ha ejecutado o dejado morir. Asumir esto es quizás una exageración, ya que supone afirmar algo muy cercano a que gobierna en España quien ejecutó a Lorca. Sin ir tan lejos es evidente que la tan celebrada “Transición española” fue en realidad una serie de concesiones a las élites tardofranquistas, lo hemos puesto de manifiesto a nivel cultural, y podemos imaginar como fue a otros niveles.

Se puede argumentar que esas concesiones eran necesarias para alcanzar el objetivo, una transición pacífica a un sistema de democracia representativa. No digo que este de acuerdo con esa afirmación, pero no la voy a discutir. Lo que quiero poner de manifiesto es que esas concesiones han tenido y tendrán un precio –hay que reconocer a Milton Friedman que no se equivocó cuando afirmó que “Nada es gratis”-, que es la creación de una cultura y memoria histórica en el Reino de España a la que se puede denominar de muchas formas excepto “común”. Esa percepción es evidentemente más acusada en aquellos territorios que fueron más represaliados durante el franquismo.

El estado liberal supo asimilar mejor culturalmente los hechos acaecidos durante la primera mitad del siglo XX. Es también una simplificación, la adopción de una narrativa según la cual se trató de una lucha por la libertad, contra el fascismo. En cualquier caso, y aunque no sea “común”, es parte de la memoria histórica que nos queda y tiene la virtud de ser extranjera, y por tanto más objetiva. En literatura “Homenaje a Cataluña” de George Orwell, o “Por quien doblan las campanas” de Hemingway. Los ensayos de Ian Gibson, Paul Preston o Hugh Thomas, en particular la biografía de Lorca de Gibson, o la película “Tierra y libertad” de Ken Loach. Dentro de la cultura popular las canciones “Spanish Bombs” de The Clash, o “If you tolerate this your children will be next” de Manic Street Preachers y por último “Viva la 5ª brigada” de Christy Moore, que os dejo aquí como final de este epílogo.


20 comentarios :

  1. Interesantísima la idea de la globalización cultural en manos de la élite extraterritorial. El mundo virtual sin fronteras de Internet es una muestra de ello. Un tema, sin duda, que da para reflexionar mucho sobre asuntos diversos.
    La nueva identidad que se perfila en el "territorio" de la red ¿hasta qué punto es real, o mejor, hasta qué punto es nuestra? Me encantaría leer alguna reflexión tuya al respecto. Cultura y economía, en este asunto (como en tantos)son una sola cosa.

    Enhorabuena por el post. Magnífico, como siempre.

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    1. Buenas Paz,

      Enhorabuena por tu incisiva pregunta. En efecto, coincido con Marvin Harris, del que extraigo una pequeña reflexión para el post, en que la evolución cultural del hombre –ojo, no la cultura occidental- ha estado marcada por dos fuerzas fundamentales –y aunque los economistas se creen muy importantes y científicos, ninguna de ellas es la economía-: la tecnología y las crisis ambientales por agotamiento de los ecosistemas. Si el automóvil fue capaz de provocar esos cambios tan pronunciados en los asentamientos y en el ocio ¿Qué traerá la red? Como apuntas de forma incisiva es bien probable que se vea modificada la identidad de los individuos ¿en que sentido? Ese es el gran reto, predecirlo y adoptar políticas para paliar los inconvenientes y potenciar las ventajas.

      Me pongo a pensar ;-)

      Un saludo,

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    2. Me gustaría colaborar en ese pensamiento con un par de notas: Por un lado, la red nos permite experimentar una cierta universalidad real por primera vez en la historia. Interactuo a diario con mezclas de estadounidenses, japoneses, australianos, canadienses, y aun me cuesta asimilar que esto sea posible. Sin irnos tan lejos, la red me permite discutir las noticias cotidianas con canarios, gallegos, madrileños, andaluces o catalanes, algo que antes no podía hacer.

      Por otro lado, también es capaz potenciar las comunidades pequeñas: Los movimientos independentistas catalanes, por ejemplo, se coordinan y se mueven mucho en la red, y hoy en día los veraneantes de pueblo pueden comunicarse a diario en facebook, en lugar de relegar todo contacto a las vacaciones. Al fin y al cabo, por muy pequeños que sean los ámbitos de las comunidades, no lo son tanto como para poder comunicarse entre ellos. La red también permite universalizar la adherencia a una comunidad en su propio ámbito, incluso permite la construcción de comunidades no territoriales.

      Y hay que mencionar la posibilidades de construcción de redes nacionales que permitan el contacto con el interior de la nación pero que censuren completamente toda comunicación con el extranjero (una opción que va en aumento y que, en mi opinión, irá todavía mucho más)

      Yo entiendo, por consiguiente, que la tecnología ofrece un poder enorme tanto para afianzar las identidades "tradicionales", como para construir diferentes identidades, ya sea de ámbito más reducido o de ámbito más amplio.

      ¿Dónde acabará llevándonos la red? No lo sabemos, es demasiado muy temprano, la generaciones de auténticos nativos digitales aun están comenzando a tener hijos. Podemos intentar predecirlo, pero ahí no encuentro apoyo ninguno para defender absolutamente nada, me parece un enigma. Creo que se trata de un caso de la cita que pones en el artículo "se aprecia que todos los pasos importantes en la evolución cultural tuvieron lugar sin que nadie comprendiera conscientemente lo que estaba pasando". No sabemos lo que está pasando con la red.

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    3. Buenas Anónimo,

      Gracias por tu comentario ¿eres anónimo 1 del anterior post? Muchas gracias por tus pinceladas, son muy interesantes. Estoy de acuerdo contigo en que no podemos predecir adonde nos llevará la red, aunque se pueden ir cartografiando parcelas y comenzar a pensar sobre el tema. Una cuestión importante es distinguir los resultados de un orden espontáneo –lo que la gente normal entiende por libertad, ausencia de restricciones-, un orden regulado ¿qué ley? ¿leyes locales, orden global?, y un orden intervenido por instituciones con la fuerza para hacerlo, ya sea el estado –cada vez más improbable- o las corporaciones.

      Un saludo

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  2. Hola Jesús, no soy yo, aunque estoy de acuerdo en las idea de que la red puede contribuir a la creación de una "conciencia colectiva", también conviene tener en cuenta como la red a reintroducido con fuerza la variable "gratuidad" en la sociedad, algo ajeno a la lógica de los mercados según la cual todo ha de estar sometido a un valor "mensurable".Por otro lado buen artículo, de momento no se me ocurre ningún comentario.

    Un saludo (anonimo1, de ahora en adelante Don QuiSancho).

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    1. Buenas Don QuiSancho -no te olvides de firmar-,

      Sobre eso de la gratuidad creo que hablé en "Una verdad incómoda", en la terminología del gran Fernand Braudel serí que un ámbito de la vida regresa a "la vida material", en la terminología del gran David Graeber sería regresar al principio del "comunismo". Lo extraño es pensar en principios comunistas fuera de la vida comunal. Quizás se está extendiendo esa "identidad global": soy, ante todo humano, miembro de "nuestra común especie"

      un saludo,

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  3. Hola Jesús

    Tu artículo sobre las naciones me ha traído a la mente unas palabras de Niño Becerra que él aplica a las empresas, pero que a tenor de lo leído en tu artículo, igual pueden aplicarse a los estados:

    “Tan sólo las empresas muy pequeñas, las de tamaño mínimo, o las compañías gigantescas tienen posibilidades de subsistencia. Las empresas de dimensiones mínimas tienen la ventaja de su gran flexibilidad y adaptabilidad; las de talla gigantesca, la de tener acceso a enormes recursos aunque a costa de ir realizando constantes recortes y de estar en permanente reorganización”

    Es decir, vamos hacia un mundo de Letonias, Holandas y Suizas, por un lado; e Indias, Chinas y Estados Unidos por otro.

    Conclusión: Bien sea por integración en una unidad mayor o por disgregación de sus partes constituyentes, España está condenada a desaparecer, a suicidarse. Ahora que, España lleva ya un siglo dándole vueltas al tambor del revolver sin que acabe de salir la bala. Hay un artículo de Unamuno donde se habla de todas estas cosas y que si a uno no le dicen que está escrito en 1919 pensará que es de hace unos días

    http://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/81259/1/CMU_6-75.pdf


    Hay una cosa que me parece observar en tus dos últimos artículos: el recurso a la antropología (Graeber o Marvin Harris) para tratar de establecer cómo eran las cosas en un origen. El origen del dinero en tu anterior post y el de las sociedades en este. ¿Cuál es el objetivo de esta búsqueda? ¿Señalar cómo era Arcadia antes de que degenerase y establecer así la forma del paraíso perdido al que debemos retornar? Me parece que el resultado nunca sería concluyente pues búsqueda de estos orígenes me parece tan complicada como hallar, en palabras de Eratóstenes, “el nombre del talabartero que cosió el odre de los vientos que empujaron al héroe por los mares interminables…” y las más de las veces, me da la impresión, los antropólogos acaban poniendo la carreta de sus teorías delante de los bueyes que dirigen su mirada.

    Dices que el tipo de comunidad primigenia y de lazos estrechos “comenzaron a extinguirse de forma rápida –en los países industrializados- durante la Revolución Industrial. Multitud de individuos fueron arrancados de sus comunidades y enviados a trabajar en fábricas, en un proceso que continúa hoy en China o en la India” Dicho así, parece que la industrialización hubiese sido la espoleta que hizo saltar por los aires la armonía previa, “arrancando” a los seres humanos de la comunidad como quien arranca a un niño de los brazos de su madre. Yo más bien creo que fueron precisamente las carencias de estas comunidades a la hora de proporcionar esa seguridad a todos sus miembros lo que forzó a algunos a buscarse la vida por otro lado. O sea que, si desaparecieron por agotamiento, de poco provecho nos es el conocer cómo eran si el objetivo es aplicar la conclusión al presente.

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    1. Buenas Cazador, veo que hay debate, allá vamos,

      En China parece que hay problemas con las minorías, en EEUU se ha dejado a las minorías que conserven su "etnicidad" -aunque supongo que en casos extremos como la mutilación genital las autoridades tendrán algo que decir-, eso crea las condiciones apropiadas para que el individuo este más abierto a desprenderse de ella. El tipo de institución que no favorece la asimilación o dilución son las instituciones como las que existían en España en la alta edad media y renacimiento, donde uno de los grupos -el dominante- decide jugar con las cartas marcadas, creando instituciones como la Inquisición, con las que se puede poner en duda la veracidad de la asimilación, dejando a los grupos étnicos ante una difícil elección ¿asimilarse o mantener su otredad? El origen aquí es importante, puesto que un origen distinto permite poner en duda el compromiso con la "cultura y cosmovisión común". De ahí la importancia de la memoria histórica.

      El recurso a la antropología puede ser útil cuando buscamos eludir un punto de vista etnocéntrico. Encontramos un ejemplo en el peak-oil, es difícil para un hombre moderno occidental pensar que el agotamiento de los ecosistemas ha tenido algún papel relevante en la evolución cultural, sin embargo, dejando a un lado nuestro etnocentrismo es fácil ver que esa evolución ha sido casi exclusivamente la interacción de ese factor con la tecnología.

      En la entrada anterior, la búsqueda del origen del dinero permite preguntarnos sobre la cuestión relevante que es "la naturaleza del dinero". En esta entrada el recurso es más tangencial, textos que tenía a mano y que encajaban en mi pensamiento. Aquí no hace falta buscar alejarnos del punto de vista etnocéntrico, la propia evolución de la cultura occidental nos ofrece las suficientes evidencias, y recurro más a la sociología que a la antropología. La comunidad surge aquí no como una Arcadia feliz a la que retornar -por economía, el post es suficientemente largo, he omitido citar sus inconvenientes, y su catalogación precisa- sino como la forma de desenmascarar la naturaleza de "la identidad", que es lo que ahora realmente utilizamos, una especie de visión de nosotros mismos que "casualmente" tiene innegables coincidencias con la de quienes nos rodean, es decir, las distintas identidades confabulan para que se pueda establecer una sociabilidad de base.

      Por último, Revolución Industrial. Tu punto de vista en este caso me ha chocado bastante, la verdad ¿quieres decir que sin la Revolución Industrial nos habríamos extinguido, por agotamiento? ¿o que la fuerza que actuó fue más la seducción y no tanto la coacción? No hay signos visibles de agotamiento en las comunidades que permanecen todavía con nosotros, ya sea un poblado de la secta Amish de la américa profunda o ya sean los Inuit u otro pueblo de Africa, America del Sur u Oceanía. Las fuerzas que las dinamitaron fueron exógenas. Y ojo, reitero, la comunidad no es una Arcadia feliz. Un caso paradigmático lo tenemos en EEUU, donde el mal uso del sistema monetario nacional para beneficio del sistema financiero privado, provocó la expropiación de las tierras de los agricultores, que como auténticos "parias" acudían a las fabricas de Henry Ford, esta vez para trabajar como asalariado y no como propietario. Las propias fuerzas desatadas por la industrialización, hicieron que el modo de vida de los artesanos dejase de tener sentido ¿no es eso arrancar? ¿O acaso decidieron que su forma de vida quedase obsoleta? En ese sentido lo he expresado.

      Un saludo,

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  4. Hay un párrafo de tu artículo que, francamente, creo que cualquiera de los del Instituto Juan de Mariana paladearía con dilección al pronunciarlo [:-)]:

    Lo relevante es la característica de seguridad que nos ofrece la identidad. Uno puede echar la culpa del cambiante y mutable estado de permanente inseguridad a “los políticos”, o al “riesgo sistémico”, o “al sistema”, o a “la natural tendencia al vicio y la pereza de las masas iletradas”. Sea lo que sea lo que origina la inseguridad, la respuesta natural ante ella será la de vigilar más de cerca su presunta causa.

    Mencionas también algo que no acabo de entender: la tendencia natural debe ser vigilarlos más de cerca, lo que implica reducir el número de electores.

    ¿Por qué una vigilancia más férrea conlleva una disminución del número de electores? Y, por otro lado ¿no crees el establecimiento de unos requisitos más exigentes para formar parte del electorado podría poner, al menos, cierto coto al recurso a la agitación y la propaganda que se adueña hoy en día de la política?


    Vinculas la aparición de nacionalismos como el catalán o el escocés con el hecho de que “el estado original se muestra incapaz de proporcionar mayor certidumbre a determinados grupos que la que estos creen obtener de una división mayor”. Yo ahí discrepo. A mi modo de ver las secesiones tienen que ver con la contraposición de intereses entre la clase dominante de un país y los de la clase dominante de la región que quiere la independencia. Así sucedió con la independencia Norteamericana, con la de las repúblicas hispanoamericanas. Y así podía haber sucedido, más adelante, con la guerra entre el Norte y el Sur de los Estado Unidos.

    Es la oligarquía político-económica la que considerando las ventajas que puede reportarles la independencia, se encargará de financiar universidades que construyan los mitos identitarios (históricos, genéticos, raciales, etc), fundará los periódicos que aventen esos mitos, financiará los modos de vida que los apuntalen, las guerras que las alcancen, etc.

    Una de las cosas que me cuesta mucho entender es por qué disculpamos en los grupos cosas que condenaríamos en las personas:

    ¿Por qué parece que podemos entender, hablando de regiones, que si todos dejamos una parte proporcional de nuestra renta en “el pozo” o “el fondo común”, y la repartimos entre todos de forma igualitaria, pierde el que más renta tiene y por tanto más aporta a “el fondo común”. Y sin embargo, ante un planteamiento semejante esgrimido por un ciudadano acaudalado, enseguida le señalamos con el dedo?

    ¿Por qué si yo, hasta los mismísimos de que el gobierno me saje a impuestos, asqueado y muerto de vergüenza de ser español, quiero dejar de pertenecer a este puñetero país la única alternativa que tengo es coger las maletas y largarme? ¿Por qué no puedo declarar estado libre asociado o entidad menor independiente mi piso, el trastero y el trozo de la acera y del rellano que me corresponda? ¿Por qué no se ve como algo cobarde y miserable que los independentistas catalanes quieran hacerse otro país en vez de pelear y luchar por hacer de este un lugar justo y decente?

    ¿Qué pensaríamos si Amancio Ortega solicitase al nacionalidad gibraltareña, verbigracia, porque aquí le cuecen a impuestos?

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    1. seguimos,

      He establecido en el post que las fuerzas políticas locales en realidad no son la causa de la inseguridad, eso no es más que una ficción, pero la respuesta del individuo será en general la que he descrito.

      ¿Por qué una vigilancia más férrea conlleva la disminución del número de electores? Permíteme que responda de modo malicioso, jeje, -creo que no hace falta mencionar el respeto que me mereces- ¿hay en tu blog reivindicaciones de soberanía ante las tropelías, algunas ficticias, la mayoría reales, del Banco Central Europeo? ¿o podemos entenderlas simplemente como reivindicaciones de mayor racionalización? Si, respondo un poco en "plan gallego", pero creo que te hará reflexionar.

      No creo estar justificando a los catalanes, precisamente el sentido de la entrada es reivindicar una "identidad" más útil para el 99% que no somos "élite". La soberanía tiene tres patas: militar, económica y cultural. Si me detengo especialmente en la parte cultural, es para desenmascarar las trampas que tienden las élites a las masas.

      En el pasado puede que fuera cierto que la divergencia entre élites locales y centrales dio origen a nuevos estados. El pasado fue una época de vinculación, por contra ahora vivimos una época de desvinculación. No es preciso controlar un lugar para hacerle un mal, el dominio sobre un territorio fijo se ha vuelto bastante intrascendente para las élites reales. Las élites locales tienen la posibilidad práctica real de la independencia, ante su autonomía militar -Cataluña se plantea no tener ejército- y económica -es intrascendente que la mitad de la producción catalana se venda en España, ya que, admitida Cataluña como miembro de pleno derecho de la comunidad internacional, España no puede poner un arancel a sus productos o podría ser denunciada y sancionada-, por último llegamos a la cuestión cultural, y es aquí donde es relevante la seguridad ¿Por qué sino se recrudece el nacionalismo en época de crisis?

      Tu último comentario lo respondo luego.

      un saludo,

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  5. Dices que Machado o Lorca no han sido reivindicados como grandes artífices de nuestra cultura “común”. ¿Quiénes si no? Se estudian en los colegios, dan su nombre a teatros, cátedras, institutos. Dices que no se puede reivindicar a quien se ha ejecutado o se ha dejado morir. ¡Claro que se puede! Jose María Barreda Fontes, expresidente de Castilla-La Mancha, conmemoró a bombo y platillo el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, sin importarle que su familia, grandes de España, tomase partido por la sublevación del 18 de julio desde el primer momento. Uno de sus familiares directos fue el Marques de Treviño, fundador de los sindicatos católicos agrarios y fusilado por las 'hordas rojas' en los primes tiempos de la guerra. En una de sus innumerables fincas aparece en la capilla un listado completo de todos los familiares muertos por 'Dios y por España' en la contienda. Me recuerda mucho a lo de

    ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas (Mateo 23:29-31)

    Coincido contigo en que la Transición española (Transacción española, según la afortunada expresión de Julio Anguita) tuvo un precio; a mi modo de ver ese precio es que los que dirigían la dictadura dirigiesen también la democracia. Igual no se equivocó tanto el artero gallego cuando dijo que lo dejaba todo “atado y bien atado”.

    La gente trago. Al principio porque la cosa estaba todavía palpitando. Después por simple inercia:

    http://vozpopuli.com/blogs/1914-juan-m-blanco-rasgose-el-velo-de-los-tabues

    Pero creo que ha llegado el momento de la segunda transición, la de los ciudadanos. Ha llegado el momento de dejar de ser súbditos y ser precisamente eso, ciudadanos. El momento de empezar a construir de abajo a arriba y no se arriba a abajo como ha venido siendo habitual. En esa labor de reconstrucción tendrá que ir también nuestra historia. Por cierto, has mencionado algunos de los iconos de nuestra historia reciente en el extranjero. ¿A que no sabes quién tiene una estatua en el centro de Glasgow?

    http://elviajero.elpais.com/elviajero/2012/11/18/actualidad/1353252945_891206.html


    En fin, lo dejo que va siendo hora. Ya he visto el documental de FRAUDE. Releeré tu artículo y te dejaré mi punto de vista. Estoy encantadísimo con la cita que haces de mi artículo de Bernays y te lo agradezco, pues a través de ella entran un puñado de personas todos los días.

    Un saludo.

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    1. Buenas otra vez,

      Puesto el bacalao en el horno y con la niña comiendo, paso a puntualizar algo que se me ha pasado comentar antes.

      EEUU, pese a disponer de instituciones que son amigables con las etnias, presenta divergencias muy fuertes de intereses entre los estados -estado financiero, estados industriales tradicionales, estados dedicados a la nueva industria y estados agrícolas- y entre grupos -la minoría que forma la sub-clase funcional (negra y latina) es fuertemente discriminada-. Pese a ello existe una fuerte "identidad nacional", con la bandera omnipresente. El pegamento que une todo es el éxito, el pertenecer a ese "grupo elegido" cuyo destino común será vencer la barbarie e "ilustrar" al resto del mundo en virtud de esta superioridad, que si bien no está representada por un pasado común, una herencia o una cultura común, si al menos es un "saber hacer", unas ideas comunes sobre lo bueno y lo malo.

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    2. Casi por último, paso a responder a tu cuestión sobre Machado y Lorca,

      El siglo XIX y quizás en algunos lugares parte del siglo XVIII, es el momento en el que se ponen en marcha a un nivel nunca antes visto los "procesos de ilustración" cuyo objetivo es acabar con los "provincianismos" y demás itsmos. La turbulenta historia de España durante esa época hizo que se llegase irremediablemente al siglo XX como estado "pluricultural", en un momento en el que el fascismo intentaría un último empeño por lograr la uniformidad que requería la "identidad nacional".

      De ahí llegamos al "Gran Cisma" español y luego a "la transacción". En la transacción la Guerra Civil es, a nivel cultural, el elefante en medio de la habitación. En un "momento de inspiración histórico" la solución adoptada fue "hagamos como que nunca existió". En realidad, "hemos iniciado una nueva fase de nuestra historia, en la que por fin, triunfará la razón y los procesos de ilustración, y el pasado debe ser olvidado, puesto que todo el mundo tendrá una oportunidad, <>", ya que hablar sobre el tema no puede sino dividir.

      El efecto buscado era la "reconciliación nacional", lo que divide se esconde en un cajón y hacemos como que nunca existió. El efecto conseguido fue liberar las fuerzas de cambio "al nuevo modo", a la manera de las bolsas, dejar a cada fuerza a su libre albedrío hasta que alcance "su nivel".

      Existían y existen tres narrativas distintas para representar el Gran Cisma. Una, adoptada por las fuerzas conservadoras "centrales", como una reacción dura, pero necesaria, a fin de parar el gran daño infligido a "la patria", por esas masas iletradas, ahora representadas en el poder, y su "natural tendencia al vicio y la ociosidad". La segunda narrativa, mucho más común, adoptada por la izquierda "central", es que fue una lucha contra el fascismo. La última versión, adoptada por conservadores e izquierda periférica es que fue un último proceso de racionalización y homogeneización para reducir por fin, los "provincianismos" irreductibles.

      En un nuevo ejemplo de la implacable y a priori, impredecible, causalidad humana, la idea original era enterrar esto, el resultado real ha sido que esas fuerzas han salido a luchar por las españas, cada una intentando reducir a la otra. Sin embargo, esa lucha, no puede hacer otra cosa que dividir. Una pregunta, ¿que crees que siente un catalán cuando llega a la estepa mesetaria y se encuentra el yugo y las flechas, o un homenaje a Franco o a José Antonio, en una iglesia declarada bien de interés cultural?

      Se puede reivindicar a Machado o a Lorca, es cierto, ¿pero como parte de nuestra cultura común? No lo creo. No es más que una parte de esa lucha de las ideas, al modo de las bolsas. Es una lucha más justa, es cierto, pero el corolario es que durante ese proceso no se puede más que crear división en lugar de unión. Fíjate en la imagen de la tumba de Machado, tomada por mi en persona, mucho antes de comenzar a reflexionar sobre estas cuestiones, la imagen fue tomada en agosto de 2008, un mes antes de la caída de Lehman Brothers (si adoptamos la nomenclatura cristiana sería año -1 A.L) ¿Quien reivindica a Machado? ¿Como parte de qué? Vemos 4 banderas, 3 republicanas y una catalana ¿por qué? Machado era andaluz, nació en Sevilla.

      un saludo,

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    3. Hola esto es un off-topic para Cazador de Cascabeles.

      Hola he estado en tu blog y me gustó mucho, tienes entradas muy interesantes y de gran calidad, pero no puedo decir lo mismo de la de "Nietzsche y la voluntad de los mercados". Esa manera de entender a Nietzsche hace cincuenta años que ha sido refutada. Un libro muy recomendable porque su estudio es serio y profundo es "El sujeto y la máscara" de Vattimo, ( antes de que Vattimo fuera un "pensador débil")
      Otro libro de los que cambia la imagen de Nietzsche reaccionario es el de Deleuze "Nietzsche y la filosofía" muy bueno también pero no tan minucioso como el primero.

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    4. ¿Qué tiene eso que ver con el diálogo entre él y yo? Me parece más probable que reciba tu mensaje si lo dejas en su blog ¿no crees?

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    5. Perdona, su blog no admite anónimos. Siento la molestia. Si te parece puedes eliminar el comentario, no me parecerá mal y seguiré viniendo por aquí. Disculpa

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    6. No es necesario, a mi no me molesta que tengáis aquí un discusión sobre Nietzsche, pero espero que seas consciente de lo improbable que es que reciba el mensaje, solo le llegará si se ha suscrito a comentarios.

      un saludo,

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  6. El artículo da para pensar, y repensar si lo que tenemos aprendido y damos por sentado es lo correcto.

    El sentido común, influenciado por la propaganda o no, avisa que cuantos más seamos, y más unidos estemos mejor. Como contrapunto al clásico divide y vencerás.

    En el tema de las fronteras, naciones y nacionalidades creo que entran aspectos irracionales, por lo que convencer a un nacionalista de un bando, o del otro, es algo bastante complicado.

    Yo, siendo de un territorio con una especialidad sensibilidad, y viviendo unos centenares de kilómetros más allá de las fronteras, lo vivo de primera mano y es uno de esos temas de los cuales intento no discutir.

    Suele ser un diálogo de sordos en los que es casi imposible llegar a entendimiento.

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    1. Gracias Toni,

      Por decir que el artículo da para pensar y repensar lo que tenemos aprendido, esa es precisamente su finalidad, por lo tanto no puedes hacerme un elogio mayor.

      Sin entrar en discusión, se agradece la difusión.

      un abrazo,

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  7. El ambiente y la politica social estan subordinadas a las reglas de libre mercado que benefician a los sectores con poder economico y politico.
    Los paises en via de desarrollo entran en desventaja en la alta competitividad de la produccion. Solo veo desventajas en esta globalización.

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