lunes, 26 de mayo de 2014

La insostenibilidad de los sistemas de precios


Tras debatir con algún panglossiano sobre los sistemas de precios, me aparto un poco de la línea que tenía trazada para realizar un breve artículo sobre esta cuestión, que es tan sólo un corolario de la exposición realizada en De la mirada del broker a la del astronauta: causas profundas de nuestra crisis económica, pero corolario que creo puede tener cierto interés, dada la enorme confusión que existe al respecto.

Incluso aquellos que son críticos con la idea del crecimiento ilimitado, asumen que un sistema de precios puede contribuir de forma significativa a la sostenibilidad. Asumen por tanto el argumento de los economistas, que fue expresado de la siguiente forma por Paul Samuelson:

La omisión fundamental en los modelos de Meadows y Forrester es la escasa atención que en ellos se presta al efecto de la escasez sobre el precio y el uso. En el mundo real, cuando los recursos comienzan a escasear y los cuellos de botella del aprovisionamiento comienzan a lentificar las tasas de crecimiento, como ocurre en la simulación de Forrester, los precios concretos suben.

Lo primero que se podría alegar ante esto es ¿y qué? ¿Qué implica que suba el precio? Lo que está implícito en este razonamiento es que la señal de la subida del precio nos da los incentivos adecuados para encontrar una solución. Los economistas se creen esto a pies juntillas, y sin embargo, como es obvio, aun teniendo los incentivos adecuados podemos ser incapaces de encontrar las soluciones adecuadas, el futuro no está escrito, y nadie nos garantiza encontrar soluciones a todos los problemas, y mucho menos en el plazo que a nosotros nos resulta conveniente, entre otras cosas porque puede haber problemas sin solución. Esto se suele obviar y se echa una manta metafísica sobre la cuestión, al final la idea de progreso funciona de forma similar a la idea de Dios.

miércoles, 7 de mayo de 2014

El insostenible crecimiento de la economía española


Hace un par de años, dejando a un lado problemas más profundos de índole estructural, pusimos nombre a los males más inmediatos y urgentes que aquejaban la economía española; sufríamos lo que en la jerga económica y financiera vienen llamando desde que comenzó la globalización un “Sudden Stop”, que definíamos de la siguiente forma:

Un ajuste del déficit por cuenta corriente provocado por el exterior. Hablando claro, como país nadie nos presta un penique, necesitamos esa financiación, y como no la tenemos, está cayendo la demanda interna, el consumo, la inversión, el empleo y los salarios. 
Es un proceso que se viene repitiendo en muchos países desde los años 80, una crisis típica de la época de la libertad de movimiento de capital: Suecia, Noruega, Finlandia, México, Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Corea, Rusia, Brasil, Argentina, Turquía, son algunos ejemplos.


Hay tres razones fundamentales para que exista esta crisis de liquidez y la deuda española sea cara:  
a) La situación del sistema financiero, que le impide captar pasivo con el que dar crédito, tanto al estado como a toda la economía. 
b) El riesgo de ruptura del euro, que ha provocado un auténtico “bank run” en la eurozona. Eso hace que el pasivo del sistema financiero español no sólo no crezca sino que disminuya. 
Y por último 
c) El balance del país, público y privado, con un desequilibrio exterior muy grande y por tanto muy apalancado sobre la deuda externa.

Diagnóstico que resultó, aunque esté mal que yo lo diga, bastante certero. España se había comprometido con Europa a atajar el problema del sector financiero, el primero de los mencionados en esa lista, y tras firmar las condiciones de un paquete de ayuda, y por encima de todo, formarse un nuevo gobierno en Grecia que garantizaba el cumplimiento de las obligaciones financieras del país heleno, el BCE se decidió por fin a actuar. Mario Draghi afirmó aquello de que haría “lo que fuese necesario, para salvar el euro”, y el segundo problema de la lista se desvaneció, con resultados espectaculares. Desde esa fecha, las condiciones de financiación mejoraron de forma paulatina, pero vigorosa, lo cual parece indicar que nuestro análisis era acertado.