jueves, 29 de agosto de 2013

Para la libertad… (II): Libertad para ser yo


Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
<<Miguel Hernández>>

Queridos lectores,

En la anterior entrada veíamos la forma precisa que tomó la libertad en los tiempos modernos, no como una propiedad universal que pertenezca en esencia a todos los seres humanos, sino como una relación social con dos extremos, en el que la libertad de uno de ellos determina la falta de libertad del otro.

Esta falta de libertad se manifestó de forma especial, aunque no exclusiva, en el lado de la producción: la división del trabajo exigía que la conducta del operario fuera determinada externamente. Pero hay un ámbito en el que la sociedad postmoderna aparentemente encontró durante el siglo XX un campo en el que cada uno de los individuos podía ser libre, sin comprometer la libertad de ningún otro: el consumo.

La historia de la sociedad de consumo aparece ligada hasta el momento de forma indisoluble al individualismo, la conciencia de ser un individuo, de ser un yo. Esto que damos por supuesto, la nítida autopercepción de uno mismo, es también un producto histórico que aparece también ligado al concepto de libertad, como hasta aquellos que analizan la libertad desde un punto de vista convencional reconocen:

El dirigente nazi que describió la revolución nacional-socialista como un Contrarrenacimiento estaba más en lo cierto de lo que probablemente suponía. Ha sido el paso decisivo en la ruina de aquella civilización que el hombre moderno vino construyendo desde la época del Renacimiento, y que era, sobre todo, una civilización individualista. [1]

miércoles, 14 de agosto de 2013

Para la libertad… (I): Libertad para producir



Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
<<Miguel Hernández>>

Queridos lectores,

El reciente movimiento de protesta en Brasil ha desconcertado a los expertos en la política global, nuestro postmoderno sistema-mundo global ¿Qué relación tienen esas protestas con movimientos como el de Occupy Wall Street, la primavera árabe o el 15M? ¿O las protestas populares anteriores a la crisis como la revolución naranja en Ucrania, o las revoluciones de Kirguizistán y Georgia?

Un cínico podría indicar que lo que tienen en común todos esos movimientos es que han sido un rotundo fracaso: en el este de Europa en algunos casos lograron modificar los gobiernos, solo para acabar en peor situación en breve plazo, mientras que en países desarrollados como España o EEUU, las protestas han sido consideradas por el establishment político, mediático y ciudadano una cuestión de orden público. Solo en lugares donde no existía previamente una democracia todavía es incierto si finalmente se logrará algo positivo.

Lo sorprendente del caso brasileño es que se daba por supuesto que los manifestantes eran los perdedores de la crisis, gente que había ido a peor y había visto deteriorarse seriamente sus condiciones materiales de vida. Sin embargo, evidentemente no es así en Brasil. Es cierto que el crecimiento brasileño se está estancando paulatinamente, pero todavía no se ha detenido, ni está en declive, y es absurdo plantear que los manifestantes anticipan un deterioro inminente.

El punto de conexión entre todos ellos es que se trata de movimientos auto-organizados o autogestionados, que no se presentan bajo la bandera de ningún partido político, pese a que su reivindicación es esencialmente política. Si son movimientos autogestionados es en parte porque no hay consenso ideológico entre los miembros, aunque en algunos casos la autogestión luego se convierte en vocación, en el eje central. El único acuerdo entre ellos es su deseo de autodeterminación y libertad.

La libertad es algo que se da por supuesto, una economía de “libre” mercado y una democracia se suponen condiciones necesarias y suficientes para ella, por lo tanto toda reivindicación en ese sentido se tachará de utópica e irreal, o peor aún, de radical y peligrosa.

Mi propósito con la serie de artículos que empiezo ahora es entender estas protestas desde el punto de vista de la libertad, y no como una protesta económica; explicar cómo su origen, en algunos casos inconsciente, se encuentra en la preocupación por la libertad, la ausencia de ella en nuestras sociedades, o mejor dicho, lo inadecuado del tipo de libertad que se nos ofrece, un simple paliativo de la verdadera libertad. Pero no solo eso, para lograr nuestro propósito inicial, será necesario indagar de forma general sobre la libertad y su significado, y esto nos descubrirá que hay detrás de la “retórica sobre la libertad” que con tanta frecuencia emplean hoy día los poderosos. Finalmente nuestro camino nos llevará a descubrir el choque entre racionalidad y libertad, y como pueden empezar a conjugarse ambos fines en un planeta que, dados sus limitados recursos, debe gestionarse necesariamente de forma racional.