jueves, 14 de marzo de 2013

¿Es la economía una ciencia? El lamentable ejemplo de un populista llamado Jesús Huerta de Soto



Queridos lectores,

Comencemos por una cita de nuestro querido Zygmunt Bauman:

En nuestra época, tras la devaluación de las opiniones locales y la lenta pero imparable extinción de los “líderes locales de opinión”, quedan dos y sólo dos autoridades capaces de dotar de un poder reconfortante a los juicios que pronuncian o evidencian a través de sus acciones: la autoridad de los expertos, la gente “que sabe de verdad” (cuya área de competencia es demasiado vasta para que los no iniciados puedan explorarla y ponerla a prueba) y la autoridad del número (basada en el supuesto de que cuanto mayor sea el número, menos probable es que se equivoque). La naturaleza de la primera autoridad convierte a los extraterritoriales de la sociedad del riesgo en un mercado natural para “el boom de los consejeros”. [1]

Cuanto más vasto y fragmentado es el conocimiento humano mayor demanda habrá de “expertos”: gente dedicada exclusivamente a la tarea de trazarnos un mapa en cuestiones que serían de otra forma inabarcables, por su extensión y por lo limitado del tiempo disponible. Por tanto el conocimiento debe tender cada vez más a ser como la moneda o los “activos financieros”: dependientes de la confianza.

Una confianza que tal y como nos cuenta David Freeman en “Wrong: Why Experts Keep Failing Us – and How to Know When Not to Trust Them” [Equivocado: Por qué los expertos siguen fallándonos – y como saber cuándo no confiar en ellos] cada vez está menos justificada. Dos tercios de las nuevas evidencias mostradas en publicaciones médicas especializadas serán rebatidas en pocos años ¿Y en economía? Es posible que todos los estudios publicados estén equivocados.

Según Freeman, las malas conclusiones tienden a ser simplistas, definidas, universales y seguras, pero “tenemos que aprender a forzarnos a aceptar, comprender e incluso abrazar que vivimos en un mundo complejo, indefinido e incierto”.

Para Sheldom Rampton y John Stauber no es una cuestión de “errores”, es una cuestión de Propaganda, posteriormente conocida como Relaciones Públicas.



Rampton y Stauber nos cuentan la penosa batalla librada para demostrar los efectos negativos del amianto o del tabaco, batalla llena de “expertos” a sueldo. La idea de Rampton y Stauber no es ni mucho menos nueva

¿Qué hace a todas las doctrinas sencillas y claras?
Unas doscientas libras al año.
¿Y demostrar la falsedad de lo que se demostró cierto antes?
Doscientas más [2]

Pero si hay una teoría simple, definida y que pretenda pasar por universal y segura es la doctrina que se autodenomina liberal. Este pensamiento pretende trivializar la civilización humana escamoteando la necesaria cooperación activa de los ciudadanos y su disposición a subordinar su vida privada en interés del bien común como parte esencial de ella.

Afirma que solo el egoísmo y la competencia son fuente de prosperidad, tratando de ocultar que las verdaderas fuentes de la productividad son el trabajo, el pensamiento, las herramientas, recursos naturales y el conocimiento y la experiencia que nos han legado nuestros ancestros, todo ello interrelacionándose dentro de un marco social y legal. El llamado “mercado”, no sería más que una herramienta que podría tanto sumar como restar al producto total, según como sea utilizada, lo que dependerá en gran medida del marco legal e institucional.

Hoy se permite que los mercados sean gobernados por una burocracia corporativa, dentro de un marco legal enemigo del bien común, diseñado para la acumulación exponencial de poder a costa de excluir a la gran mayoría. Mientras tanto se socava, se nulifica y se desprecia la acción del gobierno. El gobierno ha sido antropizado (pero es una institución, no un ser humano) y se le atribuyen los mismos “supuestos” motivos egoístas que al resto de los hombres, pero se olvidan que el principal interés del gobierno es ser reelegido y que por tanto tiene un fuerte incentivo para buscar el bien común.

Conocemos la afición de los autodenominados liberales por realizar vídeos fraudulentos, sin embargo me ha llamado poderosamente la atención un nuevo “vídeo divulgativo”, un vídeo de siete minutos donde se exponen las tesis de Jesús Huerta de Soto sobre la caída del imperio romano. Dicho vídeo es el espectáculo académico más lamentable que he visto en mi vida. No se trata de que se masajeen un poco los hechos para hacerlos coincidir con la hipótesis de partida, sino que se omiten del relato hechos básicos, hechos tremendamente conocidos de la historia de Roma, para cambiar por completo el sentido de la flecha de la causalidad.

lunes, 4 de marzo de 2013

Por qué #nodebemos, #__pagamos (conclusión)





Fraude operacional frente a fraude estructural

Los problemas de financiación de la deuda pública española, a pesar de que no tenían demasiada relación con el nivel presente y futuro de esta, fueron la justificación para una serie de medidas de carácter impopular, que por ejemplo pretendían adjudicar la gestión de ciertos servicios a empresas privadas ineficientes, que obtendrían un beneficio básicamente de reducir salarios a los trabajadores. De esta forma el dinero se distribuye de forma cada vez más desigual, profundizando el proceso insostenible de acumulación exponencial de poder y recursos en un número cada vez más reducido de individuos.

El pueblo entiende de forma instintiva que esta acumulación extraordinaria, realizada de forma fácil y rápida, como por arte de magia, es síntoma de una enfermedad profunda y larvada, pero incontables recursos y esfuerzos se dedican día tras día a elaborar oscuras teorías sobre la naturaleza humana, el sistema socioeconómico, el dinero o la sostenibilidad de los ecosistemas y del planeta, para justificar esa obscena realidad.

En ese contexto rebrota el concepto de “deuda ilegítima”, que sería aquella deuda contraída contra los intereses de la población de un país y con el completo conocimiento del acreedor. La legitimidad es algo más que la legalidad, sin embargo, creo que el concepto sugiere un fraude operacional, lo que entendemos como “corrupción”, más que un fraude estructural: un sistema y una ley corrupta, sancionada por la costumbre.

Cualquier consideración sobre la deuda debe realizarse teniendo en cuenta el dinero y el sistema monetario. Un cambio en las características del dinero puede cambiar por completo la relación entre deudores y acreedores, tal y como vimos con las reformas de Solón en la Grecia clásica. Zarlenga nos ofrece un ejemplo más cercano, en la colonia inglesa que llegaría a ser los Estados Unidos de Norteamérica: