domingo, 17 de noviembre de 2013

Modernizando a Henry George (y Thomas Paine): pasos hacia una sociedad alternativa


Queridos lectores,

Nunca repetimos lo suficiente las palabras de los grandes pensadores del siglo XX, pero quizás un párrafo que deberíamos grabar a fuego en cada una de las plazas de nuestro mundo es este del “pensador planetario” Edgar Morin:

La economía, que es la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia social humanamente más retrasada, pues ha abstraído las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas y ecológicas inseparables de las actividades económicas… Quizá la incompetencia económica haya pasado a ser el problema social más importante. [1]

Volver a unir la economía a la realidad física en la que se desarrollan los procesos económicos es el objeto de la economía ecológica, uno de cuyos precursores es Frederick Soddy. Precisamente autores de esta corriente como Kenneth Boulding o Herman Daly se han interesado indirectamente por las ideas que Thomas Paine expuso en su panfleto Justicia Agraria, y que explicábamos al final de nuestros artículos sobre la libertad. Digo indirectamente porque en realidad han prestado atención a las ideas de un economista clásico, seguidor de David Ricardo, no-académico (al igual que Frederick Soddy ¿Será la universidad una máquina de machacar el pensamiento autónomo?) y con un fuerte sentido ético, llamado Henry George.

martes, 5 de noviembre de 2013

La sociedad de la corrupción: auge del homo corruptus y degradación del significado de la democracia


Queridos lectores,

Durante nuestra larga reflexión sobre la libertad hablamos sobre el auge del pseudo-índividualismo inauténtico postmoderno, el individuo que emergió con la sociedad de consumo; también del giro que dio la filosofía política a finales del siglo XIX, con el rechazo del concepto del “bien común”, que llegó a la práctica política diaria gracias a la ciencia económica, coincidiendo con la emergencia de la sociedad de consumo, y que implica un cambio radical en nuestra forma de entender la política, de una herramienta para cambiar el mundo, a una herramienta para gestionar la parte del mundo que “desgraciadamente” no es gestionada por “el mercado”; y también hablamos de los crecientes problemas de coordinación de los distintos fines individuales entre sí, a medida que la sociedad se hacía más compleja, y diversos grupos se hacían cargo de procesos clave, a través de los cuales filtraban y preseleccionaban las opciones que serían elegibles por los individuos.

En nuestro análisis hemos empleado un nivel de abstracción considerable, pero estoy convencido de que más de una vez habréis pensado que lo allí narrado estaba relacionado con hechos muy terrenales, con el día a día en el trabajo, y en nuestra relación con los demás, y con aquello que los medios nos dicen que es noticia.

Mientras escribía esos artículos leí en El País que “Tres menores asesinan a un australiano en Oklahoma porque estaban aburridos”. El vídeo que acompaña a la noticia es enormemente significativo, por esa apelación vacía del representante público a una “comunidad” inexistente, atomizada y disgregada por las fuerzas del mercado. Inmediatamente intuí que la noticia tenía mucha relación con la sociedad actual, cuyas tendencias principales emanan, y son perceptibles de forma más nítida en EEUU. No pensé mucho en la cuestión, pero poco tiempo después leía esto:

Para ser efectiva, la incitación al consumo y a consumir más debe difundirse en todas direcciones y dirigirse indiscriminadamente a cualquiera que pueda oírla. Pero hay más gente capaz de escuchar que gente capaz de responder a ese mensaje seductor de la manera esperada. […] También aprenden que poseer y consumir ciertos objetos y vivir de determinada manera son requisitos necesarios para ser felices; y como “ser feliz” se ha transformado –cumpliendo tardíamente la premonición de Samuel Butler- en la marca de la decencia humana y el único título merecedor de respeto, tiende a convertirse también en condición necesaria de la dignidad y la autoestima humanas. “Estar aburrido”, además de hacernos sentir incómodos, se transforma en un estigma vergonzante, signo de negligencia o de derrota que puede hundirnos en un estado de depresión aguda así como conducirnos a una agresividad socio y psicopática. Citando la reciente observación de Richard Sennett, “en cuanto al comportamiento antisocial, creo que representa un verdadero problema para los pobres”, especialmente quizá para “los adolescentes pobres que están en la zona gris que separa la legalidad de la ilegalidad”. “Esa zona gris” tiene mucho que ver “con cosas como el aburrimiento, tener algo que hacer, algo a lo que pertenecer”. [1]