lunes, 30 de enero de 2012

Ampliación del campo de batalla


Queridos lectores,
 
Ampliación del campo de batalla
es un libro de Michel Houellebecq publicado por primera vez en Francia en 1.994 que trata de la alienación de su protagonista en la búsqueda del placer sexual, convertido en obsesión. A lo largo de la década de los setenta se produce la liberación sexual de la mujer y con la multiplicación de la oportunidad y variedad de los encuentros sexuales se abre un nuevo campo de batalla en la lucha entre individuos y en la construcción de la identidad individual por oposición a la del resto de congéneres. Antes de la citada época, esta humana “batalla” se limitaba al éxito económico y profesional, sin embargo, el protagonista de la novela, pese a su inteligencia y vivir acomodadamente carece del atractivo físico o la habilidad emocional para la seducción. Por supuesto sería capaz de encontrar una pareja de su “estilo”, lo cual es absolutamente insuficiente. Este “post”, lógicamente, no trata sobre el sexo, pero el título del libro encaja cómo un guante en el asunto a tratar y lo que se plantea en él es sumamente interesante si lo extrapolamos a un ámbito más general. Un suceso, un logro positivo y liberador, como es la ruptura completa de los tabús sexuales, termina produciendo su contraparte negativa en forma de alienación cuando el individuo es incapaz de alcanzar a colmar sus deseos, que se fusionan con su propia identidad, la idea de sí mismo.

La humanidad parece condenada a avanzar en un proceso dialéctico tal y como plantea Zygmunt Bauman “Una vida de vacilaciones es una alternativa a un código ético estricto, preciso y, sobre todo, vinculante, quizás incluso autoritario. La búsqueda implacable e infatigable de las maneras de alejar el mal difícilmente puede dibujar una línea recta, ya que, como norma, los pasos dados para alcanzar el bien traen nuevos males, con lo cual, bajo un examen más atento, dejan de parecer lo buenos que se había esperado en un principio. Semejante visión del modo de ser humano respira tolerancia, ofrece el beneficio de la duda y enseña la modestia y la contención” No deberíamos olvidar esto, que no es ni mucho menos una idea nueva, proviene de Hegel, que influyó de forma decisiva en Feuerbach, cuyas teorías tendrían un efecto profundo tanto en el pensamiento de Max Stirner y Bakunin como en las teorías de Marx y Engels.

El año 1.997, año de la crisis del sudeste asiático que explicamos en nuestro anterior post, marco un hito fundamental en el proceso de globalización a muy distintos niveles. Para los economistas significó darse cuenta que un excesivo endeudamiento del sector privado y no público, alimentado por los flujos de capital podía provocar una crisis. Esto fue ignorado nuevamente a mediados de la década pasada con argumentos tan exóticos como el de los economistas Ricardo Hausmann y Federico Sturzenegger de la Universidad de Harvard, que explicaban el creciente endeudamiento del sector privado y público estadounidense reflejado en el déficit por cuenta corriente por la existencia de una “materia oscura” en la economía norteamericana que estaba siendo adquirida por los extranjeros. Un cambio mucho más transcendente en la globalización fue el giro que dio a partir de esa fecha la política económica de los países emergentes que pasaron de ser receptores de los flujos de capital a ser exportadores netos de los mismos, lo que constituye una singularidad histórica sin precedentes, ya que han sido los países pobres los que han financiado el consumo que provocó la burbuja de la rica Norteamérica. Por último, ayudó a converger a distintos movimientos sociales en el movimiento altermundista que se hizo visible de forma sorpresiva en 1.999 en “La Batalla de Seattle”. Desde nuestro punto de vista eurocentrista aquella crisis y las que luego se propagaron por el resto de economías emergentes eran, tal y como expresó Bill Clinton, “sólo unas chispas en el medio del camino hacía la prosperidad económica”, de ahí que las protestas en Seattle en el año 1.999 parecían incomprensibles.

Por aquella época la célebre periodista Naomi Klein se encontraba escribiendo su famoso libro No Logo, un ensayo sobre el poder de las marcas en la sociedad actual y que ampliaba el objetivo del activismo y la acción política desde los gobiernos hacia las corporaciones. Para entender como puede ayudarnos esto a resolver los líos en los que estamos metidos debemos comprender como es nuestra sociedad y que papel tienen en ella las corporaciones.

El documental La corporación comienza con unas frases inquietantes y sorprendentes “Hace 150 años la corporación empresarial era algo absolutamente insignificante. Hoy es algo omnipresente, como la iglesia, la monarquía y el partido comunista de otras épocas y lugares la corporación es actualmente la institución dominante” Es difícil valorar realmente si las empresas son la institución dominante de nuestra época pero sin duda ejercen una influencia en nuestras vidas muy importante. La extraordinaria y galardonada serie documental, El siglo del Yo (traducido a castellano como El siglo del individualismo) nos muestra como el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, fue el primero en asociar productos fabricados en masa, no con necesidades, sino con los deseos inconscientes e irracionales de la población. El primer y gran ejemplo de esto fue su trabajo para la industria del tabaco. En aquella época (los años veinte) no estaba bien visto que las mujeres fumasen en público lo que hacía perder a los fabricantes de tabaco la mitad de sus clientes potenciales. Las tabacaleras recurrieron a Bernays el cual se inventó una parodia para remediarlo. Vinculó la idea de fumar con la desigualdad de género haciendo que un grupo de sufragistas fumasen en público como acto de protesta durante un gran evento.

Cree en ti misma.... gracias a Philip Morris

A esta acción le puso el nombre de “antorchas por la libertad”. Bernays contó todo esto en un libro llamado Propaganda

 
de hecho sus ideas fueron utilizadas por el partido Nazi, que creo el Ministerio de Propaganda e Información dirigido por Paul Joseph Goebbels.

Goebbels durante un bolo, propagando la barbarie y la locura nazi
La barbarie nazi terminó después de la guerra y la palabra “Propaganda” pasó a ser políticamente incorrecta por lo que Bernays inventó el término Relaciones Públicas, desde entonces su influencia no paró de crecer hasta transformar por completo la conciencia del individuo.

En aquellos felices años veinte el presidente Hoover había dicho a las corporaciones, “Habéis asumido la responsabilidad de crear deseo y de convertir a las masas en maquinas de felicidad en constante movimiento” Pero la incipiente sociedad consumista se vino abajo cuando una gran parte de la población pasó a preocuparse por las necesidades básicas de sustento, techo y salud en lugar de los caprichos de la autosatisfacción; había llegado la Gran Depresión. El nuevo presidente Roosevelt impulsó a la población a formar asociaciones de consumidores y sindicatos, o afiliarse a los existentes.

Este proceso de lucha dialéctica entre la conciencia colectiva y la satisfacción de necesidades individuales continuó hasta que dio un giro, de momento definitivo, allá por los años setenta. Fueron años de profunda crisis económica, guerras y fuertes movimientos de protesta tanto en Europa como en Estados Unidos


sin embargo, ya sea por la fuerte represión o por las propias contradicciones internas, los movimientos sociales languidecieron y se llegó al convencimiento de que el cambio de conciencia colectiva llegaría a través de un cambio de conciencia individual. Cuando se alcanzase una masa crítica de individuos socialmente conscientes sería el momento de dar el paso hacía la transformación. Pero bajo el sintagma “conciencia individual” se ocultaba un individualismo exacerbado hasta el límite y las corporaciones no tardaron en percibir el cambio y reaccionar en consecuencia. La producción se segmentó y gracias a la nueva tecnología se crearon productos adaptados a cada grupo de población. Las antiguas clases sociales ya no tenían sentido, o al menos la gente ya no se identificaba con ellas, el individuo buscaba la autoexpresión, formar una clase en si mismo y lo haría a través de la compra de objetos diferenciadores que definirían su “estilo de vida”. El corolario de este nuevo paradigma es que el éxito o el fracaso son una cuestión individual y por tanto la pobreza no es un problema social sino una “elección” del individuo en la que el estado no debe gastar los impuestos del contribuyente. Se fue así formando la increíble paradoja económica actual según la cual los ricos deben ser incentivados con más riqueza (reducción de impuestos) y los pobres con más pobreza (reducción de las ayudas).

Esta nueva conciencia individual tuvo su reflejo en la política, los individuos se ven como consumidores que pueden exigir a los políticos una contraprestación en pago a sus impuestos. En los años noventa, los partidos socialdemócratas, que perdían elección tras elección en la década anterior, deciden responder a la nueva realidad social mediante la elaboración de propuestas “a la carta” en los programas electorales para complacer al grupo de votantes indecisos. Se centrarían en propuestas como poner un teléfono móvil en los autobuses escolares y por descontado deberían bajar o mantener los impuestos, ya que el grupo de indecisos estaba formado por individuos que creían firmemente en las soluciones biográficas a sus problemas, harían valer su esfuerzo, inteligencia, habilidad y atractivo y les resultaba odioso “sufragar” a los menos hábiles que “elegían” ser pobres. Fue así como desapareció todo rastro de las antiguas preocupaciones sociales que habían llevado a Roosevelt a la victoria en los años de la Gran Depresión, ahora las políticas a desarrollar dependerían de la sensibilidad cambiante e incluso contradictoria de los votantes indecisos cuya principal preocupación es la autosatisfacción y la autoexpresión, o como se dice ahora en el partido laborista británico “ocho tipos bebiendo vino en Kettering”.

La idea de Edward Bernays de asociar los objetos producidos en masa con los deseos inconscientes de la población ha tenido un largo y exitoso camino paralelo al ascenso de las corporaciones, mientras los individuos están cada vez mas disociados unos de otros, y basan su identidad en ver cuantas necesidades creadas son capaces de satisfacer.

El libro de Naomi Klein y el movimiento altermundista tuvieron un considerable impacto en la cultura empresarial, hasta el punto de que un concepto antiguo pero desconocido, la Responsabilidad Social Corporativa, se hizo de repente omnipresente. Pero ¿puede una corporación compaginar su ánimo de lucro con el liderazgo en respeto a los derechos humanos, sostenibilidad, cuidado del medioambiente, redistribución de la riqueza? La gente que dirige las corporaciones, ¿son malvados? Una de mis escenas preferidas del documental La corporación es cuando unos activistas invaden la propiedad del Presidente de Dutch Sheel. Los manifestantes cuelgan una pancarta en la casa que dice “asesino”. El presidente y su mujer preparan café y té y charlan con ellos que finalmente afirman “el problema no es usted, es Shell”

Para Noam Chomsky hay que distinguir entre la institución y lo que representa y la gente que la forma, y pone el ejemplo de otra institución que perduró largo tiempo en Norteamérica: la esclavitud. Para Chomsky los propietarios de esclavos podían ser buena gente, buenos padres y ciudadanos e incluso tratar bien a sus esclavos, pero era la institución en sí lo que era execrable. El objetivo de las corporaciones es producir o comercializar productos y hacerlo con más éxito que sus competidores y dado que una parte importante del éxito es el coste del producto, la lógica de la competencia implica que la corporación que incurra en menores costes laborales, fiscales y medioambientales, la más nociva, es la que gana. Esa dinámica se mantendrá incluso aunque provoque un empobrecimiento general de la población que reduzca los beneficios de las corporaciones. En efecto, la mayoría de los mercados son controlados por unas pocas corporaciones de forma oligopólica. Cualquiera de ellas que pretendiera, por ejemplo, subir los salarios, dejar más dinero en manos de la gente para aumentar las ventas de sus productos, quedaría en desventaja con el resto de competidores si estos no siguen la misma filosofía. Incluso aunque llegasen a un acuerdo entre ellas, en forma de lobby, el incentivo de cualquiera de las mismas para saltarse ese acuerdo es muy fuerte, ya que siempre es posible beneficiarse de no colaborar si el opuesto lo hace, es un escenario que en teoría de juegos se denomina “Tragedia de los comunes”.

Por último, la estructura de propiedad de esta institución, en general constituida por acciones comercializables en bolsa, complica todavía más la situación. Podemos pensar que quizás algunos propietarios, algunos accionistas, puedan sentir cierta preocupación por el impacto social de la corporación en su entorno, pero lo que está claro es que todos buscan beneficio económico. La propiedad ha quedado desvinculada de la gestión hasta el punto que para la mayoría de las personas las acciones son prácticamente como el dinero, salvo por el hecho de que su valor sube o baja según el apetito de un mercado por esos papeles, que en realidad son títulos de propiedad. Cualquiera que observe las publicaciones económicas, con una mayor o menor sensibilidad social, más hacía la izquierda o más hacía la derecha, podrá observar que cuando se habla de la valoración en bolsa de las acciones de tal o cual empresa en ningún momento se valora si esta empresa tiene un impacto positivo o negativo en su entorno.

Por tanto los daños que produce está institución son intrínsecos a su funcionamiento y sólo en ocasiones excepcionales y en general empresas pequeñas, que no coticen en bolsa, podrán adoptar un comportamiento socialmente responsable, pese a que las Relaciones Públicas creadas por Edward Bernays y que han moldeado la conciencia del ser humano a lo largo del siglo XX, incapacitándole para cualquier tipo de acción social, nos digan lo contrario.

A principios de este siglo John Stauber y Sheldom Rampton publicaron el libro Trust Us, We're Experts (Confía en nosotros, somos expertos)


en el que denuncian cómo las corporaciones están manipulando incluso la ciencia. Según estos autores hoy en día toda la investigación científica está orientada al beneficio económico, incluso las corporaciones han acuñado el sintagma “ciencia chatarra” para la ciencia de base. Pero la auténtica ciencia chatarra es la orientada al beneficio inmediato de inventar juguetes destinados a cubrir necesidades creadas por las propias corporaciones en base a estilos de vida, la idea de uno mismo que tienen los individuos de una sociedad aparentemente opulenta que se cae a pedazos. Las implicaciones del libro son terribles puesto que la población confía en el progreso científico como salida a la encrucijada en la que se encuentra el planeta, para hacer nuestra sociedad sostenible.

El movimiento anti-corporativo ha cosechado importantes victorias, por ejemplo el Instituto por el trabajo global y los derechos humanos, consiguió de Wall-Mart y GAP rectificaciones públicas y cambios en su política laboral en los países emergentes donde empleaban a menores de edad. Recientemente ha sido un éxito mediático la historia de una niñera americana de 22 años que a través de una petición en Change.org consiguió que Bank of America retirase las comisiones que pretendía cobrar por el uso de las tarjetas de débito.

La actividad de las corporaciones nos influye en nuestro día a día incluso aunque no seamos conscientes de ello, por ejemplo, sabemos gracias a wikileaks que la funesta Ley Sinde fue impulsada durante años por la embajada de EEUU en España. Detrás del interés de EEUU estaba la Motion Picture Association, un lobby que agrupa a las principales productoras de cine americano: Disney, Paramount, Twenty Century Fox, Universal, Warner Brothers y Sony Pictures. En uno de los cables de la embajada en Madrid filtrados por wikileaks se puede observar esto claramente, el embajador le dice a Rajoy “El presidente de la Motion Picture Association of America me llamo ayer para comentarme su preocupación sobre España. En un reciente estreno en Madrid los ejecutivos de Warner Brothers comentaron que las ventas de nuevas películas en DVD habían caído un 80 por ciento”.

Pese a protestas masivas el reglamento que desarrolla la Ley Sinde ha sido finalmente aprobado por el nuevo gobierno mientras en EEUU se debatía la SOPA, una ley tremendamente restrictiva, que finalmente no fue aprobada. Casualmente, tras el fracaso de la SOPA, un tema de gran importancia pero menor de cara a la opinión pública, los periódicos nos ofrecieron portadas sorprendentes

que a mi me recuerdan mucho a Edward Bernays. Tras el cierre de MegaUpload los internautas proponen un boicot llamado marzo negro. No tendrá impacto en la industria puesto que está muy mal planteado. Pretende abarcar a todos los productos culturales y las acciones de este tipo que han tenido éxito siempre han sido dirigidas contra empresas concretas, nunca contra algo tan amplio como un mercado, ni mucho menos un agregado de varios mercados distintos como es “la cultura”. Hay que tener en cuenta el aletargamiento de la conciencia colectiva bajo el mantra de la falta de alternativas, y precisamente la acción tal y como está planteada no ofrece demasiadas alternativas. Iguala a un productor de cine independiente como Michael Moore con las empresas que financian las campañas electorales americanas y que llaman a la embajada española para comprobar los progresos de la Ley Sinde y no ofrece una alternativa al usuario. Hay que tener en cuenta que aunque el objetivo de cualquier corporación es el beneficio económico, este sólo se puede asegurar en el medio y largo plazo controlando un mercado, por lo que la gran preocupación de esta institución y como más fácilmente se puede actuar sobre ella es a través de la competencia. Adoptar un punto de vista excesivamente purista, según el cual todas son iguales, sólo conduce al fracaso por medio del mantra de la falta de alternativas. Puestos a buscar razones, que a priori parecen evidentes, se podría haber reparado en que las empresas que están detrás de la Ley Sinde y de la SOPA acumulan denuncias por su escasa identificación con los derechos humanos.

La propuesta de No Logo: El poder de las marcas ha sido criticada puesto que asumiríamos que somos consumidores y utilizaríamos herramientas propias del capitalismo, como es la competencia en un mercado. Es una crítica que considero falaz, puesto que se olvida que la realidad es dialéctica y que por tanto la utopía, la sociedad que queremos lograr (suponiendo que la mayoría de la gente considerase que no debe ser capitalista, lo que está por ver), no es más que un modelo teórico inalcanzable. A cada acción, le sigue su reacción, y no se puede afirmar a ciencia cierta que una acción de boicot a un producto sometido a una competencia en un mercado puede perpetuar una conciencia colectiva capitalista. En los setenta el cambio de conciencia individual podría parecer algo positivo, sin embargo condujo a un capitalismo más exacerbado. Por otro lado, la competencia no es una característica exclusiva del capitalismo, cierto es que nos la han querido vender como una cosmovisión, pero no debemos negar que es una característica del ser humano junto con la cooperación. Una sociedad futura podría potenciar la cooperación, al contrario de lo que se hace actualmente, pero en un mundo libre nunca se podrá eliminar la competencia.

Tenemos una tarea por delante difícil y compleja, por no decir titánica, restaurar una conciencia individual que vaya más allá de la autosatisfacción y de la autoexpresión para aprehender que las raíces de nuestros males son sociales y que sólo podrán ser arrancadas socialmente. Lo que nos propone Naomi Klein en su libro, a mi juicio, no es abandonar el campo de batalla tradicional de la política, sino ampliar el campo de batalla.

lunes, 16 de enero de 2012

La exuberancia irracional de los capitales flotantes y otras historias de pánicos incontrolados


Queridos lectores,


Exuberancia irracional fue un término acuñado por Alan “burbujas” Greenspan para referirse a la sobrevaloración de los mercados bursátiles. La frase fue pronunciada en 1996 y fue seguida de un desplome limitado y fugaz de las bolsas. La burbuja estallaría en el año 2001, siendo un claro ejemplo de que las advertencias de las autoridades son insuficientes para frenar el furor especulador. Pero este post, aborda sólo tangencialmente la problemática de las burbujas, nos centraremos en los capitales flotantes.


Hay una correlación tan abrumadora entre la libertad de movimientos de capital y las crisis bancarias que asusta.

Crisis bancarias (en azul) y libertad de movimiento de capital según un índice creado por los economistas Obstfeld y Taylor
Como vemos en la gráfica, cuando los capitales pasan de ser sólidos a ser flotantes se suceden un número creciente de crisis financieras y pánicos bancarios. Esto ha sido así también en periodos durante los cuales los países estaban sometidos a un estrecho corsé monetario, cómo el patrón oro, e incluso con anterioridad a la creación de los bancos centrales (recordemos que la reserva Federal se crea en 1913).


En efecto, en 1890 la insolvencia de un banco argentino hizo quebrar al banco británico Barings, que tuvo que ser rescatado por una acción coordinada de los bancos de Inglaterra, Francia y Rusia. Y en 1907, un año de inestabilidad financiera mundial iniciada en Japón, se produce un grave pánico bancario en Nueva York. El incidente fue la causa de la creación de la Reserva Federal.


Podríamos dejar aquí el post, ante la elocuencia sin paliativos del gráfico, y este sería el artículo más breve de La Proa del Argo, pero volvamos la vista ahora sobre la historia reciente. 


1997 marco un punto de inflexión en la historia de esta 2ª globalización. La crisis asiática se convirtió en el primer pánico financiero global, y las consecuencias que dejó, la respuesta de algunos países a estos sucesos, están en el origen de la crisis actual.


Ese año comenzó a discutirse el paradigma económico imperante hasta el momento, según el cual, el déficit comercial no tenía importancia. De hecho, hasta los noventa no se realizó ningún intento de establecer un modelo para las crisis cambiarias excepto el de Paul Krugman, en el año 1979. Un modelo simplón basado en un país que monetiza su déficit público hasta que el cambio de la moneda colapsa.


Recordemos que para mantener el tipo de cambio nominal los bancos centrales deben comprar su moneda en los mercados internacionales y vender divisas. En el modelo de Krugman, llamado de primera generación, se producía una inconsistencia entre la política fiscal del gobierno y la monetaria, y antes de que el Banco Central agotase sus reservas los especuladores cambiaban moneda local por divisas acelerando la devaluación. Era un modelo simple incluso en un mundo de capitales sólidos, pero absolutamente inconsistente en el mundo de los capitales flotantes. Esto se hizo patente en los países del sudeste asiático en el año 1997.


Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas no tenían ningún problema de déficit público, al menos hasta que estalló la crisis, pero habían liberalizado el sector financiero, permitiendo su apertura al exterior y la convertibilidad plena de las monedas nacionales con las extranjeras. Tenían importantes déficit por cuenta corriente, pero esto, tal y como establecía el pensamiento económico dominante de Friedman y sus seguidores, no representaba ningún problema, ya que era una “inversión” en el país.


Incluso en una economía emergente es difícil que flujos de capital tan exuberantes no produzcan un problema de sobreinversión.


Si nos fijamos ahora en la cuenta financiera de la Balanza de Pagos, vemos que esta presenta varias subdivisiones:

  • Inversión Extranjera Directa. Es la compra o construcción de activos fijos en el país por parte de los extranjeros. Fabricas, empresas de servicios, etc.
  • Inversiones en cartera. Bonos y acciones. Son instrumentos líquidos, es decir, se pueden vender en cualquier momento.
  • Otros. Está partida incluye varias cosas pero básicamente se trata de prestamos de bancos extranjeros a empresas y bancos nacionales.
  • Divisas. Se obtienen principalmente de las exportaciones y son necesarias para la intervención del Banco Central en los mercados cambiarios.
Los persistentes déficits por cuenta corriente se traducían en una pérdida de divisas y activos de reserva. El país demandaba divisas para comprar productos extranjeros, pero no exportaba lo suficiente para captarlas. Eso hacía que la moneda se devaluase y el banco central trataba de compensarlo desprendiéndose de la suyas.


Estos países fijaban sus monedas al dólar como parte de una estrategia para atraer los capitales flotantes, lo cual creaba una ilusión de falsa seguridad a los extranjeros, que no tenían que afrontar el riesgo divisa.


Es una estrategia necesaria para el comercio, ya que una volatilidad excesiva del tipo de cambio puede arruinar a los exportadores e importadores; pero una cosa es el tipo de cambio nominal y otra el real, que es igual al nominal más inflación. El tipo de cambio real se había deteriorado, y esto se agravo cuando el yen empezó a declinar respecto al dólar, ya que Japón era uno de sus principales socios comerciales. La perdida de competitividad de las exportaciones se traducía en una perdida de divisas.


El perfil de los capitales flotantes se modificó con la liberalización y desregulación. Si antes predominaba la Inversión Extranjera Directa, ahora predominaban las inversiones en cartera, a través de diferentes Hedge Funds de Wall Street que en ese momento empezaban a crear instrumentos de inversión. Por último, los bancos y empresas locales se endeudaron en dólares, bajo la falsa seguridad del tipo de cambio fijo.


En definitiva, la conjunción de factores era la siguiente: déficits por cuenta corriente muy importantes, y por tanto gran necesidad de financiación extranjera; pérdida de competitividad y por tanto pérdida de divisas para defender el tipo de cambio; endeudamiento en moneda extranjera, vulnerable al tipo de cambio; flujos de capital volátiles, centrados en inversiones muy líquidas que se podían retirar rápidamente.

La vulnerabilidad era evidente incluso aunque no existiese ningún problema de déficit público. Cualquier suceso externo desencadenaría el tsunami incubado bajo el dogma de que el déficit por cuenta corriente no tenía importancia.


Como no podía ser de otra forma, la exuberancia irracional de los capitales flotantes había encontrado su camino en burbujas inmobiliarias y bursátiles. En febrero de 1997 una empresa Tailandesa deja de pagar deuda extranjera. Los capitales flotantes entran en pánico, los Hedge Funds deshacen sus inversiones en cartera, el banco central no puede absorber la oferta de moneda local que genera la salida de los Hedge Funds y deja flotar la moneda. Los bancos y empresas que se habían endeudado en moneda extranjera no pueden devolver los créditos. La economía quiebra.


Evolución del tipo de cambio de los "Tigres" y Corea. Destaca la Rupia de Indonesia que perdió un 80% respecto al dólar

La crisis afecto también a Corea del Sur, si bien los problemas de este país no tenían nada que ver con los de sus vecinos del este. Corea tenía un déficit en la balanza de pagos puntual, que no era persistente ni había sido sostenido durante largo tiempo, un crecimiento económico sólido y un bajo índice de desempleo. La deuda pública era tan sólo del 30% del PIB, un registro muy bajo, si bien las corporaciones industriales tenían un ratio deuda/capital muy alto, algo tradicional en el país ya que se sobrentendía que el gobierno garantiza la deuda de las mismas, y habían acumulado muchos vencimientos a corto plazo. Era un problema de liquidez puntual, más que de insolvencia. Sin embargo se vio sometido a ataques especulativos contra su moneda y está también cayo. La situación de Corea y su implicación en la crisis a pesar de sus problemas menores ha llevado a los economistas a hablar del “contagio”, un cambio de sentimiento no muy justificado de los mercados.


La realidad es que las variables macroeconómicas de los países del Sudeste asiático presentaban una gran correlación entre ellas, pero no con las de Corea. Sin embargo, con el estallido de la crisis todas muestran gran correlación entre si. La hipótesis de un cambio de sentimiento de los mercados parece correcta desde este punto de vista.


Los países solicitaron auxilio al Fondo Monetario Internacional, precisamente la institución había sido creada en el marco de los acuerdos de Bretton Woods para financiar los déficits en la cuenta corriente. La respuesta del Fondo Monetario Internacional ha sido criticada y con mucha razón. Para poder atender a los pagos internacionales, hay que generar divisas con exportaciones y reducir las importaciones. Para esto, la receta habitual suele ser reducir el consumo, tanto público (independientemente de que no haya problema de déficit público) como privado. Por lo que suele ser necesario aumentar los impuestos.


Está política parece justificada en el caso de los Tigres, pero no así en el de Corea. En cualquier caso también hay que considerar que con el colapso del tipo de cambio las importaciones se ajustarían “por lo sano”. Cuando la moneda pierde el 80% de su valor respecto a las divisas internacionales es de cajón que las importaciones se verán reducidas sin necesidad de reducir el gasto público.


Evolución de importaciones y exportaciones para los 5 países golpeados por la crisis

Además el fondo condicionó las ayudas a un paquete de medidas estructurales que nada tenían que ver con aumentar las exportaciones y reducir las importaciones. Medidas como permitir a los extranjeros la propiedad de empresas o eliminar barreras a la importación de coches japoneses, es decir, medidas que reflejaban los intereses de alguno de los países miembros del fondo. La actuación agravó la situación sobre todo en Corea y también en cierta forma en el resto de países. Finalmente se impuso la lógica y se eliminó el requisito de ajuste fiscal en Corea y se permitió a las corporaciones refinanciar los vencimientos de la deuda a más largo plazo.


Malasia no se acogió al programa del FMI e impuso controles al flujo de capitales flotantes. Congeló durante un año la repatriación de inversiones en cartera, al tiempo que anunciaba que no impondría medidas coercitivas a la inversión a largo plazo. Los economistas, que no habían previsto los problemas que podrían causar los déficits en cuanta corriente, anunciaron ahora el desastre, Malasia se quedaría fuera del mercado durante lustros.


Nuevamente se volvieron a equivocar, y de hecho Malasia se recuperó mejor que Tailandia e Indonesia, si bien no es fácil demostrar que fue merced a los controles de capital, ya que la situación de cada país era diferente. Con esas reservas, es de resaltar que los países emergentes que mayor desarrollo han experimentado son los que han establecido controles a los capitales flotantes. El ejemplo por excelencia es China, en ese país necesitas un certificado del gobierno para cambiar moneda nacional por moneda extranjera. Trascurrido un año, el gobierno malayo cambio el control por un impuesto, que luego iría retirando gradualmente.


La crisis afecto seriamente a Japón, cuyos bancos habían prestado sin conocimiento a los “Tigres”, y se encontraban en la situación de los florentinos y el Rey de Inglaterra. En noviembre se hundieron dos bancos y otros dos intermediarios financieros. Posteriormente, otros tuvieron que recurrir a fusiones y ampliaciones de capital, hasta que finalmente el gobierno recurre a las inyecciones de liquidez al sistema, que ya no pueden evitar la recesión.


La historia no terminó en Asia. El 11 de noviembre de 1997 el rublo sufre un ataque especulativo y el banco central defiende el tipo de cambio perdiendo 6.000 millones de dólares. Nueve meses después, el 17 de agosto de 1998, el rublo se devaluaba y el gobierno declaraba no hacerse cargo del pago de su deuda (en gran parte en manos de sus ciudadanos) y declaraba una suspensión de pagos de los créditos internacionales de sus bancos.


La crisis asiática había golpeado doblemente a la titubeante economía exsoviética. Por un lado había exacerbado la percepción del riesgo de tipo de cambio en los inversores, y por otro había provocado una disminución de la demanda de combustibles y metales no férreos, las principales exportaciones y fuente de divisa de la economía rusa.


Los efectos tangibles de la crisis fueron duros. La inflación y la ansiedad creada por el pánico dejaron las estanterías de las tiendas vacías.


Imagen de anaqueles vacíos en Rusia en 1998

Se produjo escasez. En el área circundante a Vladivostok estuvo a punto de imponerse el racionamiento.

Estados Unidos, que tres años antes había facilitado un préstamo de emergencia a México, declinó intervenir cuando estalló la crisis en Tailandia. El colapso del bath, la moneda tailandesa, eran tan solo “chispas en el camino hacía la prosperidad económica”, según su presidente Bill Clinton.

Pero imprevisiblemente un año más tarde la crisis alcanzaba el corazón del sistema. El tropezón de Rusia se llevaba por delante a Long Term Capital Management, un Hedge Fund fundado por dos premios Nobel de economía.

El valor de LTCM se redujo a cero en dos días.

La quiebra y liquidación de LTCM ponía en riesgo todo el sistema.

En septiembre de 1998, curiosamente diez años antes de la quiebra de Lehman Brothers, se reunían en la sede de la Reserva Federal de New York los principales actores (si, los Goldman Sachs, JP Morgan, Lehman Brothers) del sistema financiero norteamericano, para organizar un rescate.

Sede de la Reserva Federal de New York donde tuvieron lugar esta y otras reuniones clave

Pero eso es otra historia.

No sé a vosotros, pero a mi todo esto me produce bastante inquietud, por sus implicaciones respecto a la situación actual. Vamos a recapitular:


-          La libertad de movimientos capital, el paso de capitales sólidos a capitales flotantes, está en la raíz del incremento que se viene produciendo en la desigualdad, aunque ese es un tema de suficiente entidad para otro  post.


-          Los capitales flotantes hacen al sistema financiero tremendamente vulnerable. La evidencia histórica es abrumadora. Se podría argumentar que los países del Sudeste asiático y Corea del Sur habían liberalizado su sistema poco antes de la crisis, que los reguladores y las instituciones privadas eran inexpertos. Sin embargo, diez años después nos encontramos con una situación idéntica en Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y España, donde han sido los flujos de capitales flotantes y su exuberancia irracional los que han financiado burbujas especulativas.


-          Se dice que la inestabilidad financiera se acrecienta cuando las grandes monedas fluctúan entre si. En este episodio es evidente que la depreciación del Yen frente al Dólar jugo su pequeño papel. Sin duda ayudaría utilizar una cesta de monedas como unidad de cuenta y de reserva. Está previsto ir aumentando el uso de los Derechos Especiales de Giro, pero no será hasta el año 2015 cuando se empiece a fomentar su uso.


-          La primera victima de las crisis bancarias es la liquidez y por lo tanto su remedio es un prestamista de última instancia. Japón había contemplado el estallido de su burbuja a comienzos de los 90, y ante la recesión la medicina oficial manda bajar los tipos de interés para que la gente vuelva a consumir y a invertir. Eso fue lo que hizo el Banco de Japón


Tipos de interés oficiales del Banco de Japón. En azul el tipo oficial, en rojo un tipo especial.

pero las familias y empresas se estaban desapalancando y no querían tomar prestado, y los bancos japoneses necesitaban arreglar sus ruinosos balances ¿Qué mejor forma de hacerlo que prestando a un alto tipo de interés a los “Tigres”? ese si es un “carry trade” rentable. Así que la “liquidez” del BoJ encontró su sitio en las burbujas de Tailandia e Indonesia. Estos países no pudieron pagar sus créditos y a su vez eso llevo a la ruina al sistema financiero japonés ¿Solución? ¿Otra vez están enfermos los bancos? Ningún problema, tenemos prestamista de última instancia, ¡marchando más liquidez! ¿Qué podemos esperar de las medidas excepcionales de liquidez de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el BCE? ¡Emergentes, prepárense!


-          Existe una extensa literatura sobre la crisis del sudeste asiático, e incluso se han tratado de desarrollar modelos predictivos para crisis cambiarias. Uno de los supuestos de los que parten los modelos es que los capitales flotantes se comportan de forma racional ¿Se puede, bajo criterios de racionalidad, es decir, buscando maximizar el beneficio propio, invertir en una burbuja? Sin duda la respuesta es afirmativa, sólo hay que tener la precaución de salir antes que el resto. Por eso los bancos de inversión y los Hedge Funds han desarrollado instrumentos cada vez más líquidos, como los ETF, fondos ligados a un índice (como el IBEX), pero que se pueden vender instantáneamente en bolsa, igual que una acción o un bono. Son instrumentos ideales para que siempre gane el más informado, que será el que saldrá antes del derrumbe.


-          Si tal y como parece, el mero cambio de sentimiento de los mercados puede inducir un “contagio”, aun cuando la situación macroeconómica no sea excesivamente preocupante ¿eso no da un poder tremendo a aquellos que tienen mayor información y mayor influencia? En las sociedades de cazadores–recolectores que han podido ser estudiadas, se ha comprobado que una buena racha en la caza puede hacer crecer la ascendencia de un individuo sobre el grupo, al menos en cuanto a la consecución del sustento. Quizás por esto los grandes bancos de inversión de vez en cuando hacen publicas sus estrategias, como cuando JP Morgan aconsejo en su web especular contra la prima de riesgo española porque suponía que debería converger con la italiana.


-          La quiebra de un pequeño país, que representaba el 0,52% del PIB mundial, desencadenó un tsunami financiero que estuvo a punto de sumir al mundo en una gran depresión.

Como diría Cicerón “Cui prodest?” (¿A quien beneficia?) Para el economista Jagdish Bhagwati es el lobby Tesoro–Wall Street, trabajando codo con codo, el que ha impulsado una globalización sin más regla que la libertad de movimiento de los capitales flotantes. Para Bhagwati, uno de los mayores defensores del libre comercio, es muy distinto el comercio en bienes y en dólares. Las ventajas de la movilidad de capital se podrían alcanzar con la inversión extranjera directa, mientras el resto de movimientos deberían restringirse para evitar el daño potencial de las crisis.



El mito contrario fue creado por lo que podemos bautizar como "complejo Wall Street-Tesoro", siguiendo las huellas del Presidente Eisenhower, que nos advirtió contra el "complejo militar-industrial". Hasta que la crisis asiática sensibilizó a la opinión pública de que la realidad de los movimientos de capitales podrían generar crisis, mucha gente tenía como cierta la idea de que la movilidad de capitales era lo mismo que el comercio libre de bienes y servicios, que tenía el mismo efecto de ganancia mutua. De este modo, las restricciones a la movilidad de capitales, tal como el proteccionismo comercial, eran vistas como perniciosas, tanto en los países ricos como en los pobres. Nunca se había planteado la cuestión de que las ganancias podrían ser problemáticas frente al costo de las crisis que la movilidad de capitales podría generar. 

Y darnos cuenta de que la idea e ideología del comercio libre y de sus beneficios fue pirateada por quienes proponen la movilidad de capitales. Y estos reflejan "lobbies" que yo llamo "complejo Wall Street-Tesoro"

Tal y como demostramos más adelante, este lobby se beneficiaría enormemente de los mecanismos de la economía-mundo.

¿Y los europeos? Como diría el propio Herman Von Rumpey (presidente del consejo europeo) son buenos marcándose objetivos pero no alcanzándolos. Se hicieron declaraciones solemnes: “Hay que refundar el capitalismo sobre bases éticas”, “El desorden de las monedas está en el corazón de la crisis”, “Reuniere a los lideres mundiales en un nuevo Bretton Woods”, “Hay que volver al capitalismo industrial, no al financiero y especulativo”


Esa reunión fue el primer G20, y según ha mostrado wikileaks, los yanquis llegaron a inquietarse por la exuberancia de Sarkozy. Tanto es así que apoyaron la presencia del presidente de España en la cumbre, porque se opondría a la regulación de los capitales flotantes. Según el embajador americano en Madrid, España necesitaba esos flujos para financiar los déficits por cuenta corriente. Evidentemente el embajador sabía poco de economía, ya que la necesidad de los flujos es precisamente la razón para que estos desaparezcan. Desconozco cual fue la postura oficial de España al respecto, pero es fácil imaginar que a la administración Bush no le resulto difícil meter la cuña entre los propios europeos o entre estos y los BRICS. El único resultado de la cumbre fueron “los estímulos”, exacto, esos que dio el Banco de Japón a su sistema financiero antes de la crisis de los “Tigres”.


Los países del euro llevan tiempo discutiendo la implantación de un Impuesto a las Transacciones Financieras. Estaba previsto para finales del año 2011. Se trata de una medida “débil” pero que puede ser útil para una zona monetaria grande como la del euro, donde los movimientos de los capitales flotantes no causan tanta distorsión como en los países pequeños. Si bien, como era de esperar, los críticos consideran que la inversión huirá de Europa, la misma equivocada previsión que hicieron con Malasia, podría servir para potenciar la inversión a largo plazo frente a la especulativa, de corto plazo. La cuestión es si lograrán alcanzar este nuevo objetivo o se quedará en una propuesta más, discutida eternamente.